sábado, 20 de abril de 2013

Movimientos locales

Últimamente no me he movido mucho, y me he quedado por aquí por Málaga, así que, haciendo honor al nombre del blog, veamos qué es lo que ha pasado en esta semana:
- El martes, tras estar corriendo por el paseo marítimo, al llegar a los Baños del Carmen, como no me puedo quitar los pájaros de la cabeza, iba mirando al mar por si veía algo. En "el Balneario", sobre unas rocas que hay en la punta de su terraza, había una pequeña ave, marrón por encima, clara por debajo, volando a la espera de encontrar un buen sitio donde posarse, hasta que lo encontró. Ni corto ni perezoso, me acerqué hasta esas rocas y vi que el ave, limícola como había vaticinado, estaba ya con la cabeza debajo del ala, puesto que eran cerca de las ocho de la tarde. Sin embargo, los colores, la longitud de las patas, y los patrones de dibujo sobre su cabeza y su dorso, tras mucho darle vueltas a la cabeza y observar distintas posibilidades, descartándolas todas, dieron con que me encontraba delante de un Zarapito trinador (Numenius phaeopus), y me llevé una gran alegría, pero no la cámara, así que no hay foto para contrastar opiniones.

Foto 1
- El miércoles, por si no había tenido suficiente con la carrera del día anterior (yo es que soy poco deportista, la verdad sea dicha) decidí subir a una pared que hay bajo la cumbre más alta del cerro de San Antón, producida por una falla. Por esa zona ya había visto yo collalbas negras y roqueros solitarios. Por lo tanto, me preparé y salí. No bien había pasado por debajo del puente de la autovía sonó junto a mí un ruiseñor bastardo, ave que está muy asociada con ambientes fluviales y, aunque aquello tan solo sea un arroyo, allí parece que cría. Seguí hacia un edificio que hay por allí y junto al que se encuentra una pared de rocas blancas artificial. Cuando pasaba por las primeras, de las últimas salió volando una silueta oscura, hizo un looping y volvió a donde había salido (foto 1, a ver si encontráis al roquero, que anda por ahí, os lo prometo). Cuando pude ponerme los prismáticos delante de los ojos lo identifiqué como un precioso macho de roquero solitario, azul brillante ante la luz vespertina, sobre ese fondo blanco tan artificial. Desde allí se quedó mirándome (foto 2) hasta que me alejé lo suficiente, adentrándome más en el monte.
Foto 2
Es curioso que hasta hace poco, al geología era una gran bestia negra mía, sin embargo, gracias al profesor que he tenido en este segundo cuatrimestre, y a las prácticas de rocas antes y mapas ahora, me estoy interesando más por esta ciencia. Así, otro de los objetivos de la excursión era observar e intentar identificar rocas y formaciones. De esta forma, poco después del encuentro con el roquero crucé el cauce de un arroyo que va a continuar al Jaboneros. En este momento seco, enseñaba en sus paredes claras diferencias en la sedimentación a lo largo del tiempo, con arenas, arcillas y elementos erosionados en sus distintas capas, aunque no llegaban a estar demasiado compactadas ni siquiera la capa más baja a la vista (foto 3). Cercana al lecho, una formación de pizarras nada deformada, solamente un pelín buzada se disponía a la vista (foto 4).
 
Foto 3
Foto 4























Continué subiendo, junto con los cantos de las currucas cabecinegras que parece que están  criando y defendiendo su territorio. Tras pasar por el cauce de otro arroyo, este sí lleno, y por su correspondiente pinar (sitio muy conflictivo para aquel que decide subir por esta parte al San Antón), se llega a una explanada donde algún olivo hace acto de presencia y, al otro lado, una casa en ruinas junto a un longevo eucalipto observan la barriada de la Mosca desde la cima de una pequeña colina. Si se sigue avanzando, al internarse en un campo de olivos y almendros, se tiene la posibilidad de cruzar el arroyo por un vado, bajo un pino que destaca en el paisaje. Desde este punto, comencé a escuchar abejarucos, que me tuvieron un poco mosca, ya que no conseguía verlos. Una vez crucé el pequeño cauce y superé un desnivel que suponía un segundo cauce seco, tuve un momento de descanso bajo un algarrobo, desde el que seguí escuchando a los abejarucos, así como a un agateador al que ni intenté encontrar debido a su plumaje y sus costumbres. Seguimos subiendo, por entre olivos. Debajo de uno de ellos, al que me acerqué para constatar que el arbusto que tenía debajo era un boj, me apareció un macho de curruca cabecinegra que parecía estar diciendo: "¿Qué es esta silueta? ¡Ah! ¡Un gigante!" y se fue tan rápido como había venido. Proseguí en la subida, y conforme lo hacía, más fuerte y cerca sonaban los abejarucos, hasta que llegó un momento en el que lo sentí encima de mi cabeza y, en efecto, como un pequeño avión de acrobacias, allí andaba el abejaruco, comiendo sus insectos. En un momento dado supuse que si estaba por allí, su nido (y el de sus compañeros, ya que es normal que los abejarucos vivan en colonias de nidos hechos en taludes de tierra y, para mi sorpresa, en unas retamas, posados, había siete abejarucos más, quizás ya hartos de estar volando todo el tiempo. Una vez satisfecha mi curiosidad continué subiendo sobre suelos de los que de vez en cuando sobresalían algunas pequeñas formaciones de pizarras, entre las que destaca la de la foto 5, que, como se puede ver parece una sierra dentada y, además, cada "diente" esta un poco separado del bloque por dos pequeñas brechas (no completamente, ya que no se podían separar), formando una especie de rombo. La verdad es que me pareció curiosa la formación y no se me ocurre de qué forma ha podido ocurrir, aunque barajo la posibilidad de que el bloque saliese y, en un esfuerzo de plegamiento, se rompiese de esa forma; o que en un movimiento lateral, el bloque se rompiese de esa forma; aunque investigaré a ver si consigo alcanzar una solución. Además, otro bloque de roca presentaba un pliegue realmente bonito (foto 6). Sea como sea, mientras ascendía, volvieron a sonar los abejarucos, que habían levantado el vuelo y se alejaban hacia los Montes de Málaga (gracias a esto conté que eran cerca de 15).
Foto 5
Foto 6
Con esta bella estampa proseguí mi camino hacia cotas más altas, entre olivos y algarrobos hasta que, tras salvar un fuerte desnivel, me encontré en un camino de tierra y piedras, suficientemente ancho como para que pasase un coche. Desconcertado, continué en dirección de la pared (hacia la izquierda). No había andado 150 metros cuando me sobrepasó un ciclista avezado que subía en ese su vehículo característico (qué me asombra esa resistencia y esa capacidad de esfuerzo). En cierto momento, de la carretera salía un camino de fuerte pendiente hacia la pared, que cogí, y por el que llegué a una pequeña explanada donde un olivo ya mayor observaba la ciudad desde tan privilegiada posición (fotos 7 y 8). Desde allí, la pared ya se veía cerca (foto 9), aunque aún restaba atravesar una ladera bastante empinada cubierta en su mayoría por palmitos.
Foto 7
Foto 8
Foto 9
Sin embargo, no pasaban inadvertidos una pareja de tarabillas comunes, de los que la hembra se posó en una retama cercana a mí y llevaba en el pico una ceba para sus polluelos (creo que era una oruguita). También, de una formación caliza que se encontraba sola cercana a la cresta entraba y salía un macho de roquero solitario, por lo que creo que debía ser lugar de cría. Cuanto más ascendía más me urgía decidir por dónde ir para evitar lo mejor posible los palmitos. En los algarrobos que por allí arriba había llegó a posarse un roquero solitario, que se me quedó mirando, hasta que me acerqué demasiado, ya que la ruta hacia la pared pasaba por debajo de ese árbol. Al final, gracias a la orientación y a los claros de palmito conseguí llegar al pie de la pared, donde dos grupos hacían rápel. Sobre la pared apareció una pareja de collalbas negras y otros tres machos de roquero se dejaron ver a lo largo de la pared. Además, un cernícalo cicleo un poco en el entorno de la pared. Sin embargo, poco le quedaba al sol para ponerse, por lo que decidí comenzar el descenso aunque no llevase allí más de 5 minutos (una verdadera pena, aunque ya subiré con más tiempo). No obstante, cuando ya bajaba, entre los aviones roqueros que allí volaban, pasó un halcón peregrino como una flecha emitiendo un sonido que no tengo muy claro si era reclamo, alerta o qué.
De la bajada tan solo destacar un par de palomas torcaces que salieron de un sauce de la ribera del arroyo y uno de los cuervos que crían en el puente de la autovía. Como último regalito las vistas desde la propia pared hacia Málaga (foto 10).

Foto 10

Pues nada más por hoy, que ya me parece muy fascinante lo que he hecho esta semana como para ahondar más en el tute. Así que con "L'Orchestre du Roi Soleil", conjunto de suites de Lully grabada por Jordi Savall, me despido.

Seguirá informando, dall_darwin.

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