sábado, 23 de marzo de 2013

Dehesa de Tornero

Hoy hemos vuelto, por recomendación de un buen ornitólogo local al que le estaremos muy agradecimos por ayudarnos tanto y ser tan amabilísimo, a la zona de los pinares de Aznalcázar, más concretamente a la Dehesa de Tornero.

Allí escuchamos muchísimos cucos y, con gran gusto, una codorniz con su repetitivo reclamo. Al adentrarnos en la dehesa, los rabilargos se hicieron mayoritarios y, al final de nuestro recorrido, el burbujeante reclamo de unos abejarucos y su aparición en unos cables nos anunció su llegada, que según nos han contado, ha sido muy reciente (entre ayer y hoy). Tras esto, comenzó a caer un diluvio tal que una manta de la lana más densa, por lo que decidimos volver hacia el pueblo, que iba siendo hora de comer. Sin embargo, en la arbusteda de entrada al pinar, en la valla que la separa de un campo de cítricos, posada sobre esta, bajo la arreciante lluvia, una silueta estaba. En principio habiendo pensado que era un abejaruco, cuando la vimos más detenidamente, ¡resultó ser una carraca! Los colores tan inconfundibles de este grandioso animal, esta joya alada, esta turquesa emplumada con incrustes de terracota son demasiado impresionantes como para plasmarlos con palabras. Allí se quedó mirándonos desde el otro lado de la ventanilla del coche, a escasos 2 metros. Tras esto, cuando la lluvia dio un pequeño respiro, salió volando hacia un pino, en el que se posó en compañía de un inquieto bando de rabilargos. Allí la dejamos cuando nos fuimos tras observarla durante unos 10 minutos. Este encuentro nos ha dejado encantados durante todo el día, y aun la tengo impresa en mis pupilas.

Siendo esto todo, seguirá informando, dall_darwin.

Pinares de Aznalcázar y Dehesa de Abajo

Con un día de retraso por el internet cuelgo la entrada sobre el primer día por los alrededores de Doñana:

¡Qué gusto volver a escribir por aquí, y más con este motivo y casi en directo!

Estando de Semana Santa por lo alrededores de Doñana, hoy, que se ha levantado bastante lluvioso, hemos decidio ir a los pinares de Aznalcázar y, por la tarde, a la Dehesa de Abajo.

Salimos sobre las once menos veinte y, siguiendo las indicaciones del grandiosísimo libro que es "Donde ver aves en Doñana", de Francisco Chiclana y Jorge Garzón, iniciamos nuestro recorrido en la intersección d el Cordel de los Playeros (una antigua vía pecuaria) con la carretera que une Aznalcázar con Isla Mayor. Aunque al principio, en pinar cerrado, no se ha dejado ver nada y oír menos, cuando ya se abrió el paisaje, dando paso a un monte bajo mediterráneo con aromáticas y algún acebuche que otro, la cosa se puso interesante, contando entre ñlas apariciones las de los trigueros, verdecillos y jilgueros, cantando todos como locos, demostrando todo lo que pueden hacer. Conforme íbamos avanzando, la cosa se ponía más interesante, apareciendo un par de rabilargos, aunque tímidos, y algunas águilas calzadas que sí se dejaron ver bien, al igual que las múltiples cogujadas comunes, que nos salieron al paso hasta que volvimos a la carretera principal. Eso sí, antes de llegar a esta, en las múltiples paradas que hicimos, ya con un sol magnífico, se dejaron ver tanto el alcaudón común como el real, haciendo gala de sus plumajes desde sus perchas arbustivas, y damos fe de que merecen admiración incondicional.

Pinares de Aznalcázar 1

Pinares de Aznalcázar 2
Vueltos a la carretera principal, continuamos con el itinerario recomendado, y nos metimos por la desviación hacia la Dehesa de Tornero, pasando en primer lugar por una zona con mucho matorral y apenas ningún árbol donde la guía destaca la presencia de currucas carrasqueñas y tomilleras. Y como a mí me chiflan las currucas allí que nos paramos varias veces a lo largo del camino que atraviesa dicha zona. El éxito sobrevino cuando, parado al lado de un taraje, empezó a sonar el chasque típico de cualquier curruca, y a moverse las ramas. Tan pronto como vi una silueta moverse en el taraje la enfoqué con prismáticos y, con relativa seguridad, diría que era un macho de tomillera de libro. Tras esto, en el mismo taraje que, todo sea dicho, se encontraba al lado de una charquilla en la cual revoloteaban algunos insectos, apareció un macho como ningún otro había visto de curruca carrasqueña: el pecho era de un color salmón pero casi excesivamente oscuro, y el bigote blanco realmente marcado. En fin, una preciosidad. Mientras, por nuestras cabezas y nuestros costados reclamaban los pitos reales y los cucos, que lo venían haciendo desde que nos levantamos, pero que hasta este momento no se habían dejado ver. Prosiguiendo por este camino, nos volvimos a adentrar en el bosque (fotos 1-3), con predominancia de pinos pero con bastante cantidad de arbustos caducos. Con poco que reseñar, diremos que, siguiendo las indicaciones, llegamos hasta la primera de las lagunas estacionales que rodean a la Dehesa del Tornero, que se había desbordado y no permitía el paso para continuar realizando el itinerario, por lo que nos tuvimos que dar la vuelta. Así, siendo ya las 14:30, nos fuimos a Aznalcázar a comer. El sitio donde comimos es "La cancela verde", recomendable con bastante ahínco.


Pinares de Aznalcázar 3

Tras la comida, decidimos hacer algo y, ya que tampoco compensaba hacer nada que estuviese demasiado lejos, nos fuimos en busca del Brazo de la Torre en su tramo norte, cercano a la Dehesa de Abajo. Todavía antes de alcanzar siquiera la Dehesa de Abajo, en la laguna de la Ventilla y el arrozal que hay enfrente aparecieron, en este último, una garceta grande preciosa y nívea, y cerca un bando de garcetas comunes junto a otro de cigüeñuelas, acompañadas por un par de espátulas. En la laguna de la Ventilla lo mas destacable fue una focha moruna marcado con un collar, suponemos que de la Cañada de los Pájaros, colindante a esta laguna. Conforme nos acercábamos a la Dehesa de Abajo, en los arrozales adyacentes a la carretera, se alimentaban numerosas cigüeñas y algunas garzas reales. Una vez llegados a la Dehesa de Abajo, decidimos continuar hacia el Brazo de la Torre, pasando la Cañada de Rianzuela. Por desgracia, el camino que lleva, entre arrozales, al Brazo de la Torre estaba demasiado intransitable para nuestro Golf. No obstante, sin desanimarnos, nos quedamos junto a la compuerta de la Cañada de Rianzuela, por donde hicieron acto de presencia cucharas comunes, patos colorados, porrones europeos, ánades azulones, somormujos lavancos y zampullines cuellinegros. Los somormujos lavancos protagonizaron una bella escena de cortejo, primera vez que la observo, por cierto. Tras esto, en la laguna de al lado, destacaron un par de moritos junto a una garceta común y alguna garza real. Además, como siempre, nos sobrevolaban una cantidad ingente de milanos negros, entre los que apareció veloz (y de igual forma partió) un aguilucho pálido. De la misma forma, aunque se quedó más tiempo con nosotros, llegó raseando una pagaza piquirroja, ave que le tengo un cariño especial. Tras esto, avancé un poco por el carril que nos hubiese llevado al Brazo de la Torre, para intentar observar algún rálido por los canales de riego. Sin embargo, mayor fue mi sorpresa cuando un morito llegó volando sin miedo y, careciendo de pudor alguno, se me posó en las narices, en una pequeña mancha de agua despejada de arroz, dejando ver la anilla que llevaba en la pata izquierda. Tras esto, se puso a buscar algo de comida por el arrozal, sin prestarme apenas atención. Además, los flamencos que había al fondo de la Cañada de Rianzuela decidieron dejarla para ir a sus dormideros, en bandadas de miles de individuos. Aunque es imposible, las fotografías intentan plasmar las dimensiones.





























Por lo demás, intentaremos seguir día a día esta escapada de Semana Santa por aquí en el blog. Si más, por lo tanto, seguirá informando, dall_darwin.