sábado, 20 de abril de 2013

Movimientos locales

Últimamente no me he movido mucho, y me he quedado por aquí por Málaga, así que, haciendo honor al nombre del blog, veamos qué es lo que ha pasado en esta semana:
- El martes, tras estar corriendo por el paseo marítimo, al llegar a los Baños del Carmen, como no me puedo quitar los pájaros de la cabeza, iba mirando al mar por si veía algo. En "el Balneario", sobre unas rocas que hay en la punta de su terraza, había una pequeña ave, marrón por encima, clara por debajo, volando a la espera de encontrar un buen sitio donde posarse, hasta que lo encontró. Ni corto ni perezoso, me acerqué hasta esas rocas y vi que el ave, limícola como había vaticinado, estaba ya con la cabeza debajo del ala, puesto que eran cerca de las ocho de la tarde. Sin embargo, los colores, la longitud de las patas, y los patrones de dibujo sobre su cabeza y su dorso, tras mucho darle vueltas a la cabeza y observar distintas posibilidades, descartándolas todas, dieron con que me encontraba delante de un Zarapito trinador (Numenius phaeopus), y me llevé una gran alegría, pero no la cámara, así que no hay foto para contrastar opiniones.

Foto 1
- El miércoles, por si no había tenido suficiente con la carrera del día anterior (yo es que soy poco deportista, la verdad sea dicha) decidí subir a una pared que hay bajo la cumbre más alta del cerro de San Antón, producida por una falla. Por esa zona ya había visto yo collalbas negras y roqueros solitarios. Por lo tanto, me preparé y salí. No bien había pasado por debajo del puente de la autovía sonó junto a mí un ruiseñor bastardo, ave que está muy asociada con ambientes fluviales y, aunque aquello tan solo sea un arroyo, allí parece que cría. Seguí hacia un edificio que hay por allí y junto al que se encuentra una pared de rocas blancas artificial. Cuando pasaba por las primeras, de las últimas salió volando una silueta oscura, hizo un looping y volvió a donde había salido (foto 1, a ver si encontráis al roquero, que anda por ahí, os lo prometo). Cuando pude ponerme los prismáticos delante de los ojos lo identifiqué como un precioso macho de roquero solitario, azul brillante ante la luz vespertina, sobre ese fondo blanco tan artificial. Desde allí se quedó mirándome (foto 2) hasta que me alejé lo suficiente, adentrándome más en el monte.
Foto 2
Es curioso que hasta hace poco, al geología era una gran bestia negra mía, sin embargo, gracias al profesor que he tenido en este segundo cuatrimestre, y a las prácticas de rocas antes y mapas ahora, me estoy interesando más por esta ciencia. Así, otro de los objetivos de la excursión era observar e intentar identificar rocas y formaciones. De esta forma, poco después del encuentro con el roquero crucé el cauce de un arroyo que va a continuar al Jaboneros. En este momento seco, enseñaba en sus paredes claras diferencias en la sedimentación a lo largo del tiempo, con arenas, arcillas y elementos erosionados en sus distintas capas, aunque no llegaban a estar demasiado compactadas ni siquiera la capa más baja a la vista (foto 3). Cercana al lecho, una formación de pizarras nada deformada, solamente un pelín buzada se disponía a la vista (foto 4).
 
Foto 3
Foto 4























Continué subiendo, junto con los cantos de las currucas cabecinegras que parece que están  criando y defendiendo su territorio. Tras pasar por el cauce de otro arroyo, este sí lleno, y por su correspondiente pinar (sitio muy conflictivo para aquel que decide subir por esta parte al San Antón), se llega a una explanada donde algún olivo hace acto de presencia y, al otro lado, una casa en ruinas junto a un longevo eucalipto observan la barriada de la Mosca desde la cima de una pequeña colina. Si se sigue avanzando, al internarse en un campo de olivos y almendros, se tiene la posibilidad de cruzar el arroyo por un vado, bajo un pino que destaca en el paisaje. Desde este punto, comencé a escuchar abejarucos, que me tuvieron un poco mosca, ya que no conseguía verlos. Una vez crucé el pequeño cauce y superé un desnivel que suponía un segundo cauce seco, tuve un momento de descanso bajo un algarrobo, desde el que seguí escuchando a los abejarucos, así como a un agateador al que ni intenté encontrar debido a su plumaje y sus costumbres. Seguimos subiendo, por entre olivos. Debajo de uno de ellos, al que me acerqué para constatar que el arbusto que tenía debajo era un boj, me apareció un macho de curruca cabecinegra que parecía estar diciendo: "¿Qué es esta silueta? ¡Ah! ¡Un gigante!" y se fue tan rápido como había venido. Proseguí en la subida, y conforme lo hacía, más fuerte y cerca sonaban los abejarucos, hasta que llegó un momento en el que lo sentí encima de mi cabeza y, en efecto, como un pequeño avión de acrobacias, allí andaba el abejaruco, comiendo sus insectos. En un momento dado supuse que si estaba por allí, su nido (y el de sus compañeros, ya que es normal que los abejarucos vivan en colonias de nidos hechos en taludes de tierra y, para mi sorpresa, en unas retamas, posados, había siete abejarucos más, quizás ya hartos de estar volando todo el tiempo. Una vez satisfecha mi curiosidad continué subiendo sobre suelos de los que de vez en cuando sobresalían algunas pequeñas formaciones de pizarras, entre las que destaca la de la foto 5, que, como se puede ver parece una sierra dentada y, además, cada "diente" esta un poco separado del bloque por dos pequeñas brechas (no completamente, ya que no se podían separar), formando una especie de rombo. La verdad es que me pareció curiosa la formación y no se me ocurre de qué forma ha podido ocurrir, aunque barajo la posibilidad de que el bloque saliese y, en un esfuerzo de plegamiento, se rompiese de esa forma; o que en un movimiento lateral, el bloque se rompiese de esa forma; aunque investigaré a ver si consigo alcanzar una solución. Además, otro bloque de roca presentaba un pliegue realmente bonito (foto 6). Sea como sea, mientras ascendía, volvieron a sonar los abejarucos, que habían levantado el vuelo y se alejaban hacia los Montes de Málaga (gracias a esto conté que eran cerca de 15).
Foto 5
Foto 6
Con esta bella estampa proseguí mi camino hacia cotas más altas, entre olivos y algarrobos hasta que, tras salvar un fuerte desnivel, me encontré en un camino de tierra y piedras, suficientemente ancho como para que pasase un coche. Desconcertado, continué en dirección de la pared (hacia la izquierda). No había andado 150 metros cuando me sobrepasó un ciclista avezado que subía en ese su vehículo característico (qué me asombra esa resistencia y esa capacidad de esfuerzo). En cierto momento, de la carretera salía un camino de fuerte pendiente hacia la pared, que cogí, y por el que llegué a una pequeña explanada donde un olivo ya mayor observaba la ciudad desde tan privilegiada posición (fotos 7 y 8). Desde allí, la pared ya se veía cerca (foto 9), aunque aún restaba atravesar una ladera bastante empinada cubierta en su mayoría por palmitos.
Foto 7
Foto 8
Foto 9
Sin embargo, no pasaban inadvertidos una pareja de tarabillas comunes, de los que la hembra se posó en una retama cercana a mí y llevaba en el pico una ceba para sus polluelos (creo que era una oruguita). También, de una formación caliza que se encontraba sola cercana a la cresta entraba y salía un macho de roquero solitario, por lo que creo que debía ser lugar de cría. Cuanto más ascendía más me urgía decidir por dónde ir para evitar lo mejor posible los palmitos. En los algarrobos que por allí arriba había llegó a posarse un roquero solitario, que se me quedó mirando, hasta que me acerqué demasiado, ya que la ruta hacia la pared pasaba por debajo de ese árbol. Al final, gracias a la orientación y a los claros de palmito conseguí llegar al pie de la pared, donde dos grupos hacían rápel. Sobre la pared apareció una pareja de collalbas negras y otros tres machos de roquero se dejaron ver a lo largo de la pared. Además, un cernícalo cicleo un poco en el entorno de la pared. Sin embargo, poco le quedaba al sol para ponerse, por lo que decidí comenzar el descenso aunque no llevase allí más de 5 minutos (una verdadera pena, aunque ya subiré con más tiempo). No obstante, cuando ya bajaba, entre los aviones roqueros que allí volaban, pasó un halcón peregrino como una flecha emitiendo un sonido que no tengo muy claro si era reclamo, alerta o qué.
De la bajada tan solo destacar un par de palomas torcaces que salieron de un sauce de la ribera del arroyo y uno de los cuervos que crían en el puente de la autovía. Como último regalito las vistas desde la propia pared hacia Málaga (foto 10).

Foto 10

Pues nada más por hoy, que ya me parece muy fascinante lo que he hecho esta semana como para ahondar más en el tute. Así que con "L'Orchestre du Roi Soleil", conjunto de suites de Lully grabada por Jordi Savall, me despido.

Seguirá informando, dall_darwin.

sábado, 23 de marzo de 2013

Dehesa de Tornero

Hoy hemos vuelto, por recomendación de un buen ornitólogo local al que le estaremos muy agradecimos por ayudarnos tanto y ser tan amabilísimo, a la zona de los pinares de Aznalcázar, más concretamente a la Dehesa de Tornero.

Allí escuchamos muchísimos cucos y, con gran gusto, una codorniz con su repetitivo reclamo. Al adentrarnos en la dehesa, los rabilargos se hicieron mayoritarios y, al final de nuestro recorrido, el burbujeante reclamo de unos abejarucos y su aparición en unos cables nos anunció su llegada, que según nos han contado, ha sido muy reciente (entre ayer y hoy). Tras esto, comenzó a caer un diluvio tal que una manta de la lana más densa, por lo que decidimos volver hacia el pueblo, que iba siendo hora de comer. Sin embargo, en la arbusteda de entrada al pinar, en la valla que la separa de un campo de cítricos, posada sobre esta, bajo la arreciante lluvia, una silueta estaba. En principio habiendo pensado que era un abejaruco, cuando la vimos más detenidamente, ¡resultó ser una carraca! Los colores tan inconfundibles de este grandioso animal, esta joya alada, esta turquesa emplumada con incrustes de terracota son demasiado impresionantes como para plasmarlos con palabras. Allí se quedó mirándonos desde el otro lado de la ventanilla del coche, a escasos 2 metros. Tras esto, cuando la lluvia dio un pequeño respiro, salió volando hacia un pino, en el que se posó en compañía de un inquieto bando de rabilargos. Allí la dejamos cuando nos fuimos tras observarla durante unos 10 minutos. Este encuentro nos ha dejado encantados durante todo el día, y aun la tengo impresa en mis pupilas.

Siendo esto todo, seguirá informando, dall_darwin.

Pinares de Aznalcázar y Dehesa de Abajo

Con un día de retraso por el internet cuelgo la entrada sobre el primer día por los alrededores de Doñana:

¡Qué gusto volver a escribir por aquí, y más con este motivo y casi en directo!

Estando de Semana Santa por lo alrededores de Doñana, hoy, que se ha levantado bastante lluvioso, hemos decidio ir a los pinares de Aznalcázar y, por la tarde, a la Dehesa de Abajo.

Salimos sobre las once menos veinte y, siguiendo las indicaciones del grandiosísimo libro que es "Donde ver aves en Doñana", de Francisco Chiclana y Jorge Garzón, iniciamos nuestro recorrido en la intersección d el Cordel de los Playeros (una antigua vía pecuaria) con la carretera que une Aznalcázar con Isla Mayor. Aunque al principio, en pinar cerrado, no se ha dejado ver nada y oír menos, cuando ya se abrió el paisaje, dando paso a un monte bajo mediterráneo con aromáticas y algún acebuche que otro, la cosa se puso interesante, contando entre ñlas apariciones las de los trigueros, verdecillos y jilgueros, cantando todos como locos, demostrando todo lo que pueden hacer. Conforme íbamos avanzando, la cosa se ponía más interesante, apareciendo un par de rabilargos, aunque tímidos, y algunas águilas calzadas que sí se dejaron ver bien, al igual que las múltiples cogujadas comunes, que nos salieron al paso hasta que volvimos a la carretera principal. Eso sí, antes de llegar a esta, en las múltiples paradas que hicimos, ya con un sol magnífico, se dejaron ver tanto el alcaudón común como el real, haciendo gala de sus plumajes desde sus perchas arbustivas, y damos fe de que merecen admiración incondicional.

Pinares de Aznalcázar 1

Pinares de Aznalcázar 2
Vueltos a la carretera principal, continuamos con el itinerario recomendado, y nos metimos por la desviación hacia la Dehesa de Tornero, pasando en primer lugar por una zona con mucho matorral y apenas ningún árbol donde la guía destaca la presencia de currucas carrasqueñas y tomilleras. Y como a mí me chiflan las currucas allí que nos paramos varias veces a lo largo del camino que atraviesa dicha zona. El éxito sobrevino cuando, parado al lado de un taraje, empezó a sonar el chasque típico de cualquier curruca, y a moverse las ramas. Tan pronto como vi una silueta moverse en el taraje la enfoqué con prismáticos y, con relativa seguridad, diría que era un macho de tomillera de libro. Tras esto, en el mismo taraje que, todo sea dicho, se encontraba al lado de una charquilla en la cual revoloteaban algunos insectos, apareció un macho como ningún otro había visto de curruca carrasqueña: el pecho era de un color salmón pero casi excesivamente oscuro, y el bigote blanco realmente marcado. En fin, una preciosidad. Mientras, por nuestras cabezas y nuestros costados reclamaban los pitos reales y los cucos, que lo venían haciendo desde que nos levantamos, pero que hasta este momento no se habían dejado ver. Prosiguiendo por este camino, nos volvimos a adentrar en el bosque (fotos 1-3), con predominancia de pinos pero con bastante cantidad de arbustos caducos. Con poco que reseñar, diremos que, siguiendo las indicaciones, llegamos hasta la primera de las lagunas estacionales que rodean a la Dehesa del Tornero, que se había desbordado y no permitía el paso para continuar realizando el itinerario, por lo que nos tuvimos que dar la vuelta. Así, siendo ya las 14:30, nos fuimos a Aznalcázar a comer. El sitio donde comimos es "La cancela verde", recomendable con bastante ahínco.


Pinares de Aznalcázar 3

Tras la comida, decidimos hacer algo y, ya que tampoco compensaba hacer nada que estuviese demasiado lejos, nos fuimos en busca del Brazo de la Torre en su tramo norte, cercano a la Dehesa de Abajo. Todavía antes de alcanzar siquiera la Dehesa de Abajo, en la laguna de la Ventilla y el arrozal que hay enfrente aparecieron, en este último, una garceta grande preciosa y nívea, y cerca un bando de garcetas comunes junto a otro de cigüeñuelas, acompañadas por un par de espátulas. En la laguna de la Ventilla lo mas destacable fue una focha moruna marcado con un collar, suponemos que de la Cañada de los Pájaros, colindante a esta laguna. Conforme nos acercábamos a la Dehesa de Abajo, en los arrozales adyacentes a la carretera, se alimentaban numerosas cigüeñas y algunas garzas reales. Una vez llegados a la Dehesa de Abajo, decidimos continuar hacia el Brazo de la Torre, pasando la Cañada de Rianzuela. Por desgracia, el camino que lleva, entre arrozales, al Brazo de la Torre estaba demasiado intransitable para nuestro Golf. No obstante, sin desanimarnos, nos quedamos junto a la compuerta de la Cañada de Rianzuela, por donde hicieron acto de presencia cucharas comunes, patos colorados, porrones europeos, ánades azulones, somormujos lavancos y zampullines cuellinegros. Los somormujos lavancos protagonizaron una bella escena de cortejo, primera vez que la observo, por cierto. Tras esto, en la laguna de al lado, destacaron un par de moritos junto a una garceta común y alguna garza real. Además, como siempre, nos sobrevolaban una cantidad ingente de milanos negros, entre los que apareció veloz (y de igual forma partió) un aguilucho pálido. De la misma forma, aunque se quedó más tiempo con nosotros, llegó raseando una pagaza piquirroja, ave que le tengo un cariño especial. Tras esto, avancé un poco por el carril que nos hubiese llevado al Brazo de la Torre, para intentar observar algún rálido por los canales de riego. Sin embargo, mayor fue mi sorpresa cuando un morito llegó volando sin miedo y, careciendo de pudor alguno, se me posó en las narices, en una pequeña mancha de agua despejada de arroz, dejando ver la anilla que llevaba en la pata izquierda. Tras esto, se puso a buscar algo de comida por el arrozal, sin prestarme apenas atención. Además, los flamencos que había al fondo de la Cañada de Rianzuela decidieron dejarla para ir a sus dormideros, en bandadas de miles de individuos. Aunque es imposible, las fotografías intentan plasmar las dimensiones.





























Por lo demás, intentaremos seguir día a día esta escapada de Semana Santa por aquí en el blog. Si más, por lo tanto, seguirá informando, dall_darwin.

martes, 26 de febrero de 2013

Sarna con gusto...

Totalmente de acuerdo con el título, el frío que hizo no quitó grandeza al día que pasamos en Fuente de Piedra. Y ya nos iban avisando las dehesas de los lados de la carretera pasado Las Pedrizas, cubiertas de una fina y alba capa de escarcha, junto con un bando de rabilargos que nos dieron la bienvenida a la Vega, raíz de parte de mi familia. Cierto es que no tenía conocimientos de la existencia de estas aves por estos lares, cosa que contribuyó a mi asombro originado, además, por la singular belleza de estas aves. por otro lado, en la gasolinera previa a la entrada desde la A-92 al pueblo de Fuente de Piedra, nos comentaron que habían alcanzado los -2ºC.

Ya llegados al entorno de la Laguna, habiendo pasado por las "charcas" adyacentes al camino de llegada al aparcamiento, habíamos visto las características cantidades de fochas y cigüeñuelas. Aún así, decidimos pasar primero por el Laguneto y las lagunas cercanas al Centro de visitantes. Desde el mirador del Cerro del Palo ya vimos las únicas y sobrecogedoras concentraciones de flamencos en las orillas de la Laguna, junto con unas cantidades que alcanzaban unas proporciones curiosas por lo menos de cucharas comunes nadando entre ellos. De pronto, a la vista de un pato de características parecidas al cuchara, más grande, más níveo y con el pico rojo, claramente saltó la alarma de tarro blanco, del que llegué a contar 12 individuos, repartidos en varios grupos, todos bellísimos pese a no tener casi ninguno el capuchón verde oscuro-casi negro aún afectado por el invierno o la juventud. En la charca que tiene una pasarela, pude identificar una aguja colinegra, comenzando a mudar a plumaje estival, ese disfraz tan recalcitrantemente naranja en el pecho es algo que me absorbe el seso. Enfrente, en la laguna que hay entre la Laguna y el Cerro del Palo, algunos cucharas, apenas docena y media de cercetas comunes, durmiendo ellos, por cierto,  y un pequeño grupo de cigüeñuelas hacían labores propia de su especie.

Nosotros, mientras, continuamos con labores propias de nuestra especie también , y fuimos hasta las lagunas de los Abejarucos y las Palomas, donde gran cantidad de mosquiteros y algún que otro colirrojo tizón hicieron acto de presencia, junto con alguna focha que trataba de comer un poco de algas y nadar tranquilamente, al igual que los conejos daban sus paseos matutinos por las laderas y orillas. En el Laguneto, algarabía de reidoras fue la primera impresión, para luego disfrutar de más concentración de cucharas durmiendo a pierna suelta (quizás sea a pata suelta, ¿no? ¿O les sentará mal por sus señoras?) en los pequeños islotes centrales; unos pocos porrones europeos en el agua, durmiendo al mayoría; gran cantidad de fochas, comiendo en la mancha de agua y sus orillas, junto a los juncos y eneas o, más bien, de ellos; algún que otro azulón quiso aparecer para no dejar en mala posición a su omnipresente especie, y algunos frisos que también hacían lo posible por dormir lo que les dejaban las señoras gaviotas. Lo más sorprendente fue un claro porrón (claro de claridad mental, no confundir con el color, que pasamos a describir en lo sucesivo) por su silueta, y sus penetrantes y coloridos ojos, además de por su insistencia en el buceo, lo que lo diferenciaba aún más de su pariente europeo, que no está tan querenciado por esa actividad; ya que, para colmo, era de un color bastante uniformemente marrón, con una mancha blanca alrededor del pico. Y volvió el dilema que tuve cuando estuve en diciembre por aquí (lo sé, lo sé, no está colgado), entre porrón bastardo y porrón moñudo, ya que carecía de moño. Sin embargo, esta vez la mancha del pico se vio realmente clara, ocupando la totalidad de la punta, que permitió identificarlo como hembra o joven de porrón moñudo. Desde luego, el comportamiento fue de lo más buceador durante todo el rato, dejando apenas 15 segundos para detectarle las características más importantes y contrastarlas con la guía entre zambullida y zambullida. para más inri aún, junto a un grupo de porrones europeos durmientes en el extremo derecho del Laguneto, apareció un macho, detectable por el pequeño moño que les sobresale en la nuca durante el inviermno. En esa observación, pude distinguir un macho de pato colorado tras las ramas del taraje que está en aquella parte del Laguneto. Tras esto, decidí inspeccionar el borde de esta laguna, a la caza de lo que se dejase ver, momento en el que dejó ser detectada una críptica agachadiza común comiendo cerca de la eneas. Posteriormente, no obstante, algo aún más mágico ocurrió, y fue el detectar mi tercer pechiazul, un preciosísimo macho de medalla blanca, que anduvo un rato dejándose ver, saltando por la orilla, comiendo poquito a poco.

Tras esto, bajamos a la pequeña charca de la pasarela, en la que había, junto a las cigüeñuelas y la ya nombrada aguja, un par de combatientes en plumaje de invierno, todos muy afanados en la búsqueda de algo para el mangiare.

Desde el mirador de la Vicaría, ya que se observaba poco más que algunas parejas de cucharas y algunas lavanderas blancas, decidí cometer la locura de mirar a lo largo de las partes terrosas de matorral halófilo, en busca de pequeñas aves, como rállidos o bisbitas. Para mi sorpresa, llegué a encontrar un par de bisbitas comunes y, ¡oh maravilla! otro de esos pájaros que me hacen volar de alegría (creo qeu son pocos los que no lo hacen) apareció. La hembra ya me hizo sospechar algo raro, puesto que biene s sabido que son realmente casi indistinguibles las hembras de gorrión común y gorrión moruno. Sin embargo, yo vi en aquella hembra algo raro que me hizo desconfiar de la hipótesis de gorrión común. Además, tan sola estaba, sin bando al que unirse, con el que piar. Tras ella, apareció el macho dando saltitos, y se subió a un arbusto, desde el que dejó ver su pecho y su píleo, tan característicos, y gorjeó un poco, mientras trataba de echarse algo al buche.

Justo antes de llegar al mirador de Cantarranas, el trompeteo de las grullas era incesante, y no tardaron en dejarse ver a cientos en los campos cercanos, alimentándose, realmente tranquilas al paso de un macho de aguilucho pálido, que raseaba por los campos. En una linde entre un esperanzador campo sembrado y un dorado y salvaje campo de vinagretas se apostaban dos alcaudones reales, en sendos posaderos, a la espera de algo que poder comer, así como no pocos trigueros cantaban con su zumbante y galopante melodía. Ya desde el mirador, unos pocos de flamencos nos llamaron la atención y, al enfocarlos con el telescopio, descubrimos que junto a ellos nadaban un grupo grande de patos colorados, machos y hembras, sumergiéndose por turnos. En los campos adyacentes a la laguna de Cantarranas se posaron poco después un bando de avefrías, junto a algunas grullas; aunque más llamaron mi atención dos calamones que se dejaron ver tranquilamente entre el carrizal, avanzando con su habitual parsimonia, comiendo entre los tallos.

Durante la vuelta a la Laguna, poco se dejó ver más que un cuervo, un par de zorzales, y un bando mixto de pardillos y verdecillos.


De vuelta al pueblo, comimos en casa Joaquín que, a pesar de tenernos esperando un larguísimo rato, siempre se agradece tener la mejor comida delante de tu boca (o dentro, si puede ser).

Pues nada más de parte de esta visita, tan invernal y renovadora, que ocurrió el pasado domingo y que ahora, desde el calor del despacho, describo con ojos cansados y dedos ya poco hábiles, gozándolo como siempre, sin embargo.
Seguirá informando, dall_darwin


jueves, 3 de enero de 2013

Tras unas fechas tan indicadas

Amo estas fechas, la verdad, aunque es por algo quizás insospechado. Y es que esta época nos trae algunas de las aves de las que soy más devoto.
Todas los grupos de marinas amplían su variedad y, como sabéis, las aves marinas son mi pasión.
Y ya está todo constatado:

  • El 27 de diciembre, de media mañana, nos pasamos por la Desembocadura del Guadalhorce, donde se dejó ver un precioso macho de silbón, justo antes de la Laguna Grande, lugar donde me encontré a Ted, hecho que no me gusta dejar de lado nunca. Tiempo antes, bajo el puente, un martín pescador de esbelto porte se subió a una ramita seca de eucalipto, a comerse la plateada presa que en su fina y delicada tenaza traía. Ya en la Laguna Grande, se dejó ver un bonito tarro blanco, algo desmejorado por el invierno (¿o quizá fuese una hembra?). La cosa es que ninguna cerceta se dejó ver por allí. Sin embargo, ingentes cantidades de pato cuchara, cormoranes y garzas reales. también hizo acto de presencia una hembra de halcón peregrino sobre uno de los eucaliptos del fondo, junto a la que se posó una abubilla que no hacía más que mirarle de reojo. En el eucalipto de al lado, una aguilucho lagunero descansaba en una rama baja, esperando al momento oportuno para lanzarse de nuevo al vuelo. En la Laguna de la Casilla no faltaron las fochas ni los cucharas, así como las cercetas, porrones europeos y cucharas. Poco más destacable, antes del mirador de aves marinas. Ya antes de llegar, se vislumbraba que podía ser un buen día, ya que los bandos de gaviotas no eran pequeños. Sus dimensiones rozaban el adjetivo infinito, tan solo tendiendo a él, ya que se observaban límites tangibles (no se preocupe si no ha entendido esta última aserción, ya que implica una divagación matemática harto innecesaria en un blog de esta temática. Hablando de esto: si lo lee un matemático, ruégole no me corte la oreja a cachitos y se la dé a ningún tiburón). Pues bien, "decíamos ayer" (si se me permite el parafraseo a Fray Luis de León) que eran grandes los bandos de gaviotas posados sobre las olas de la mar. Y perfectamente se podían distinguir cuatro especies de gaviotas: patiamarillas (bastante escasas), sombrías (extremadamente abundantes), cabecinegras (realmente brillantes por su puntualidad y casi ausencia) y reidoras (mi habitual ingente se quedaría algo corto en la descripción). La cosa, es que no era ello lo más destacable. Lo que sí que lo fue, definitivamente, fue que, mientras escaneaba los bandos distantes de sombrías en su busca (¡sí, iba buscando a la especie que me encontré!), sin éxito en un principio y con un solecito de justicia para la época en la que nos encontramos y esperándome que estaban para irnos porque sobrevenía la hora de echarse algo al gaznate y al estómago, aparecieron 4 de ellos. Jamás los había visto antes, pero supe que eran ellos. Un grupo de 4 negrones (hembras y/o jóvenes), con sus siluetas perfectas de patos, nadaban por entre las gaviotas y, a intervalos regulares, me atrevería a decir, se sumergían a la mismísima y exactísima vez. Algo fuera de lo común era aquello y, la consiguiente reacción eufórica sobrevino (menos mal que estaba solo, que no sé que hubiesen pensado de mí). Creo que venían siendo 2 años y medio que los buscaba. Todo da sus frutos, si se quieren extraer conclusiones. Sin embargo, a mí me gusta fijarme, sobre todo, en la extrema belleza y el grado de perfección al que es capaz de llegar la naturaleza. Simplemente único.
  • Por otro lado, la tarde de ayer, día 2, me acerqué a la Desembocadura del Arroyo Jaboneros (por pedante que les suene a ustedes, señores académicos que hayan protestado ante tal afirmación, les informo que en este año de 2012, tras las lluvias de octubre? (¿o fue noviembre?) que asolaron la capital malagueña, el arroyo Jaboneros quedó en deplorable estado, arrasando con toda la vegetación que el Ayuntamiento no se dignó a quitar tras la magnífica labor que hicieron hace un par de años y los muros que hacían pequeñas cascaditas (no me pregunten con que fin) y que este mismo organismo había construido a la vez que eliminaban la vegetación hace un par de años. Además, en la desembocadura, que nunca había presentado una imagen paradigma de las desembocaduras de las ramblas, se formó un delta con pequeños islotes de sedimentos, y se tapó la salida al mar, salvo por una pequeña grieta, que es la que debe estar haciendo que aquello no rebose). Allí, últimamente, se encuentran gran número de gaviotas, pero no me había acercado hasta ahora. Al pasar por la playa, un grupo de 7 correlimos tridáctilos llama mi atención, pero decido que volveré con telescopio. Aún así, me quedo disfrutando de las carreras "Correlimos qua, correlimos là, correlimos su, correlimos giù", ya que me recordaron totalmente a la cavatina de Fígaro "Largo al factotum" (si veis que recurro mucho a ella es que me encanta "El barbero de Sevilla", aunque quizás os llevéis una grata sorpresa, si es que conservo algún lector, aunque sea eventual, acerca de todo ello, prontamente). Sin embargo, decido acercarme a la desembocadura en sí, donde hay cuatro gaviotas sombrías, tres cabecinegras y un grupo de reidoras, todas en plumaje de invierno menos una reidora que empezaba a presentar el capuchón color café. Sin embargo, escaneo todas las gaviotas en busca de anilla o sorpresa. En primer lugar, se presenta alguna gaviota reidora con anilla, pero, al no llevar telescopio, no puedo leerla. Mas, cual no srá mi sorpresa, que hay una gaviota que no presenta mancha negra en las auriculares, con un pico excesivamente largo y diferencias en el porte todavía indescriptibles por mi aún lega mente ornitológica. Los que conozcáis algo de este mundo, espero haberme explicado bien como para que reconozcáis en ella a una gaviota picofina. ¡Es más, llevaba anilla! Sin embargo, tristeza honda, venía de comer de casabu y no tenía acceso al telescopio en un tiempo lo suficiente largo y valioso como para que no compensara ir hasta casama, recogerlo y volver, por lo que conservo la esperanza de que esté otro día que me pasé por allí con el telescopio.
Antes de que se me acribille (cosa a la que realmente puedo tenerle poco miedo porque no creo que ningún afectado lea esto, pero, "just in case"), he de decir que cuando hablo del ayuntamiento, no lo digo con conocimiento de causa, ya que no estoy en absoluto seguro de que no fuese la Junta de Andalucía la que arreglase el cauce.
Y ya, pues creo que poco más me resta que desearos un felicísmo año 2013 a los que lo entréis y un saludo a ti, que acabas de leer esta entrada, al que, como siempre, te agradezco que estés ahí, haciendo que esto sea algo más que el placer de escribir lo que me gusta, haciendo que esto sea una comunicación de conocimientos, de experiencias, de anécdotas, de recursos...
Nada más por hoy. Seguirá informando, dall_darwin.

lunes, 29 de octubre de 2012

De vuelta

Pues eso, que aquí andamos, de vuelta. Que ha pasado una barbaridad de tiempo desde que me pasé por aquí la última vez, y esto debe formar una gráfica muy bonita si ponemos en abscisas el tiempo y en ordenadas el número de entradas. Seguro que se ve una oscilación más bonita que la de la Bolsa (en realidad me da vergüenza ponerlo en mayúsculas pero, haciendo caso a lo que me enseñaron en el colegio, habrá que ponerlo en mayúsculas por ser una institución).

En fin, como esto no es un blog de ideologías, que nuestros amigos alados no entienden de ella pues hablemos de ellos, que ahora estamos ya en otoño, época de migrantes, y ¡qué época!

  • Los alcatraces pegaron una subida de número el fin de semana pasado impresionante. Hasta el 18 de octubre no había visto más que uno en los Baños del Carmen, tirándose muy cerca de la costa, cosa que me extrañó, puesto que fue el primero de esta temporada otoño-invernal y al que vi fue a un adulto, cerca de la costa y me produjo una profunda satisfacción ya que yo volvía después de 6 horas de clase en la universidad. Sin embargo, a partir del fin de semana del 20 y el 21 de octubre se empezaron a ver a patadas por el mar individuos de todos los grupos de edad: los oscuros muy jóvenes; los más blancos (iluminados, si se quiere, de forma poética), pero aún algo oscuros 2º y 3er año; y los que alcanzaron la "iluminación" al completo: los adultos. Por supuesto, aún siguen por aquí, y seguirán, gracias al tiempo, o a Dios, o...
  • Los cormoranes se vuelven a notar  con fuerza. El pasado fin de semana, aunque en la Desembocadura del Guadalhorce había un buen número de ellos posados en sus eucaliptos de dormidero, pocos se notaban por el Palo. Sin embargo, este fin de semana sí que se han notado bien, y ya llegan volando hasta el puerto del Candado con su rápido batir de alas, son los helicópteros de la mar.
  • Por supuesto, las sombrías están en unos números tan altos como todos los años. Sin embargo, creo que este año las estoy disfrutando más, aunque no me preguntéis por qué, porque no tendría ni el más mínimo ápice de contestación , la verdad. Simplemente, me embobo mirándolas luchar contra el viento, o descansar tranquilas entre el fuerte oleaje, a pocos metros de la orilla; o me extasío diferenciando entre patiamarillas y sombrías (sobre todo si tengo el más mínimo atisbo de diferenciación clara entre primeros años), o reconociendo intermedius entre las sombrías. En fin, que las estoy disfrutando como un niño pequeño un caramelo.
  • Por otro lado, han vuelto las garzas reales a sus curiosos posaderos invernales. No solo posaderos, claro, sino también comederos: las plataformas de acuicultura. Allí las veo acercarse volando de vez en cuando, y posarse en una de ellas, y ponerse a acicalarse, tan tranquila ella. Cuando vuelvo, después de haber pasado unas cuantas páginas de apuntes de microbiología, la veo quieta, mirando fijamente a la superficie, la pobre, buscándose el rancho diario. Eso sí, me parece realmente curioso que vayan allí (últimamente, de todas formas, solo veo una) desde tan temprano, implicando esto que no se quedan en la desembocadura (por poner algún sitio) a pescar allí, sino que prefieren estas plataformas. Además creo recordar del invierno pasado que solo ocurría en esta época y que, una vez llegado diciembre, ya no se las volvía a ver por las plataformas. Esto lo controlaré este año.
  • En un último orden, destacar que ya he visto un par de pardelas baleares, que el invierno pasado me costó encontrarlas tanto que no lo hice hasta enero. Iban con su vuelo característico, que tanto las diferencia de las cenicientas, cerca también de las plataformas. Son bonicas, la verdad, y me tienen conquistado las pardelas (y todos los proceláridos, la verdad) desde la primera vez que las vi, allá por mi muy niñez, en una guía de aves de Europa con fotografías que me compraron mis padres en un viaje a Navarra (esa fue, de hecho, la primera). Pues desde ese momento (ya contaré más sobre esa guía, que me trae muchos recuerdos) las busqué cuanndo todavía sabía muy poco sobre ornitología y tenía un equipo de observación muy pobre (al menos, no tenía el telescopio) sobre el mar, hasta que me llegaron a parecer un mito (como los bisbitas, sobre los que ya contaré también). Sin embargo, no sé decir ahora cuándo, llegó un día en el que vi mi primera pardela. Me fue totalmente increíble el haberla visto, y, por supuesto, el clasificarla en una especie u otra. Sin embargo, con el tiempo, adquiere uno la  experiencia. Ahora, cada vez que las veo, me regocijo una barbaridad (más la primera vez que las vi de cerca en una salida en barca en la que había un buen bando de gaviotas y una gran cantidad de pardelas alrededor de un banco de caballas).
Pues, en cuanto a la mar, poco más que añadir, más que que nos siga dando estos gozos todos los días del año, y en invierno más, si cabe. Así que yo me voy despidiendo por aquí, que ya es hora de irse a la cama, no sin antes terminar de escuchar este concierto para oboe en si bemol mayor de J W Hertel, que he descubierto gracias al canal "Columna regni sapientia" de youtube (el link: http://www.youtube.com/user/KuhlauDilfeng).

Pues nada, que espero volver a retomar (o tomar por primera vez, que creo que es algo más correcto) un ritmo con aquí mi amigo el blog y contigo, que me lees, a quien te digo gracias por estar ahí detrás (o delante de tu pantalla, si lo prefieres) escuchando mis rollos, que me gusta contarte.

Pues eso, que estas horas no hacen bien al cuerpo. Seguirá informando, dall_darwin.

domingo, 8 de julio de 2012

La paciencia es la madre de la ciencia

Lo he estado esperando hasta esta hora. Me daba igual la que fuese, simplemente quería volver a escucharlo. Ahora mismo esta por aquí, acaba de emitir el tremolo de su ulular, que consta de dos partes: el monotono y el tremolo.
Seguirá informando, dall_darwin.