martes, 26 de febrero de 2013

Sarna con gusto...

Totalmente de acuerdo con el título, el frío que hizo no quitó grandeza al día que pasamos en Fuente de Piedra. Y ya nos iban avisando las dehesas de los lados de la carretera pasado Las Pedrizas, cubiertas de una fina y alba capa de escarcha, junto con un bando de rabilargos que nos dieron la bienvenida a la Vega, raíz de parte de mi familia. Cierto es que no tenía conocimientos de la existencia de estas aves por estos lares, cosa que contribuyó a mi asombro originado, además, por la singular belleza de estas aves. por otro lado, en la gasolinera previa a la entrada desde la A-92 al pueblo de Fuente de Piedra, nos comentaron que habían alcanzado los -2ºC.

Ya llegados al entorno de la Laguna, habiendo pasado por las "charcas" adyacentes al camino de llegada al aparcamiento, habíamos visto las características cantidades de fochas y cigüeñuelas. Aún así, decidimos pasar primero por el Laguneto y las lagunas cercanas al Centro de visitantes. Desde el mirador del Cerro del Palo ya vimos las únicas y sobrecogedoras concentraciones de flamencos en las orillas de la Laguna, junto con unas cantidades que alcanzaban unas proporciones curiosas por lo menos de cucharas comunes nadando entre ellos. De pronto, a la vista de un pato de características parecidas al cuchara, más grande, más níveo y con el pico rojo, claramente saltó la alarma de tarro blanco, del que llegué a contar 12 individuos, repartidos en varios grupos, todos bellísimos pese a no tener casi ninguno el capuchón verde oscuro-casi negro aún afectado por el invierno o la juventud. En la charca que tiene una pasarela, pude identificar una aguja colinegra, comenzando a mudar a plumaje estival, ese disfraz tan recalcitrantemente naranja en el pecho es algo que me absorbe el seso. Enfrente, en la laguna que hay entre la Laguna y el Cerro del Palo, algunos cucharas, apenas docena y media de cercetas comunes, durmiendo ellos, por cierto,  y un pequeño grupo de cigüeñuelas hacían labores propia de su especie.

Nosotros, mientras, continuamos con labores propias de nuestra especie también , y fuimos hasta las lagunas de los Abejarucos y las Palomas, donde gran cantidad de mosquiteros y algún que otro colirrojo tizón hicieron acto de presencia, junto con alguna focha que trataba de comer un poco de algas y nadar tranquilamente, al igual que los conejos daban sus paseos matutinos por las laderas y orillas. En el Laguneto, algarabía de reidoras fue la primera impresión, para luego disfrutar de más concentración de cucharas durmiendo a pierna suelta (quizás sea a pata suelta, ¿no? ¿O les sentará mal por sus señoras?) en los pequeños islotes centrales; unos pocos porrones europeos en el agua, durmiendo al mayoría; gran cantidad de fochas, comiendo en la mancha de agua y sus orillas, junto a los juncos y eneas o, más bien, de ellos; algún que otro azulón quiso aparecer para no dejar en mala posición a su omnipresente especie, y algunos frisos que también hacían lo posible por dormir lo que les dejaban las señoras gaviotas. Lo más sorprendente fue un claro porrón (claro de claridad mental, no confundir con el color, que pasamos a describir en lo sucesivo) por su silueta, y sus penetrantes y coloridos ojos, además de por su insistencia en el buceo, lo que lo diferenciaba aún más de su pariente europeo, que no está tan querenciado por esa actividad; ya que, para colmo, era de un color bastante uniformemente marrón, con una mancha blanca alrededor del pico. Y volvió el dilema que tuve cuando estuve en diciembre por aquí (lo sé, lo sé, no está colgado), entre porrón bastardo y porrón moñudo, ya que carecía de moño. Sin embargo, esta vez la mancha del pico se vio realmente clara, ocupando la totalidad de la punta, que permitió identificarlo como hembra o joven de porrón moñudo. Desde luego, el comportamiento fue de lo más buceador durante todo el rato, dejando apenas 15 segundos para detectarle las características más importantes y contrastarlas con la guía entre zambullida y zambullida. para más inri aún, junto a un grupo de porrones europeos durmientes en el extremo derecho del Laguneto, apareció un macho, detectable por el pequeño moño que les sobresale en la nuca durante el inviermno. En esa observación, pude distinguir un macho de pato colorado tras las ramas del taraje que está en aquella parte del Laguneto. Tras esto, decidí inspeccionar el borde de esta laguna, a la caza de lo que se dejase ver, momento en el que dejó ser detectada una críptica agachadiza común comiendo cerca de la eneas. Posteriormente, no obstante, algo aún más mágico ocurrió, y fue el detectar mi tercer pechiazul, un preciosísimo macho de medalla blanca, que anduvo un rato dejándose ver, saltando por la orilla, comiendo poquito a poco.

Tras esto, bajamos a la pequeña charca de la pasarela, en la que había, junto a las cigüeñuelas y la ya nombrada aguja, un par de combatientes en plumaje de invierno, todos muy afanados en la búsqueda de algo para el mangiare.

Desde el mirador de la Vicaría, ya que se observaba poco más que algunas parejas de cucharas y algunas lavanderas blancas, decidí cometer la locura de mirar a lo largo de las partes terrosas de matorral halófilo, en busca de pequeñas aves, como rállidos o bisbitas. Para mi sorpresa, llegué a encontrar un par de bisbitas comunes y, ¡oh maravilla! otro de esos pájaros que me hacen volar de alegría (creo qeu son pocos los que no lo hacen) apareció. La hembra ya me hizo sospechar algo raro, puesto que biene s sabido que son realmente casi indistinguibles las hembras de gorrión común y gorrión moruno. Sin embargo, yo vi en aquella hembra algo raro que me hizo desconfiar de la hipótesis de gorrión común. Además, tan sola estaba, sin bando al que unirse, con el que piar. Tras ella, apareció el macho dando saltitos, y se subió a un arbusto, desde el que dejó ver su pecho y su píleo, tan característicos, y gorjeó un poco, mientras trataba de echarse algo al buche.

Justo antes de llegar al mirador de Cantarranas, el trompeteo de las grullas era incesante, y no tardaron en dejarse ver a cientos en los campos cercanos, alimentándose, realmente tranquilas al paso de un macho de aguilucho pálido, que raseaba por los campos. En una linde entre un esperanzador campo sembrado y un dorado y salvaje campo de vinagretas se apostaban dos alcaudones reales, en sendos posaderos, a la espera de algo que poder comer, así como no pocos trigueros cantaban con su zumbante y galopante melodía. Ya desde el mirador, unos pocos de flamencos nos llamaron la atención y, al enfocarlos con el telescopio, descubrimos que junto a ellos nadaban un grupo grande de patos colorados, machos y hembras, sumergiéndose por turnos. En los campos adyacentes a la laguna de Cantarranas se posaron poco después un bando de avefrías, junto a algunas grullas; aunque más llamaron mi atención dos calamones que se dejaron ver tranquilamente entre el carrizal, avanzando con su habitual parsimonia, comiendo entre los tallos.

Durante la vuelta a la Laguna, poco se dejó ver más que un cuervo, un par de zorzales, y un bando mixto de pardillos y verdecillos.


De vuelta al pueblo, comimos en casa Joaquín que, a pesar de tenernos esperando un larguísimo rato, siempre se agradece tener la mejor comida delante de tu boca (o dentro, si puede ser).

Pues nada más de parte de esta visita, tan invernal y renovadora, que ocurrió el pasado domingo y que ahora, desde el calor del despacho, describo con ojos cansados y dedos ya poco hábiles, gozándolo como siempre, sin embargo.
Seguirá informando, dall_darwin