lunes, 29 de octubre de 2012

De vuelta

Pues eso, que aquí andamos, de vuelta. Que ha pasado una barbaridad de tiempo desde que me pasé por aquí la última vez, y esto debe formar una gráfica muy bonita si ponemos en abscisas el tiempo y en ordenadas el número de entradas. Seguro que se ve una oscilación más bonita que la de la Bolsa (en realidad me da vergüenza ponerlo en mayúsculas pero, haciendo caso a lo que me enseñaron en el colegio, habrá que ponerlo en mayúsculas por ser una institución).

En fin, como esto no es un blog de ideologías, que nuestros amigos alados no entienden de ella pues hablemos de ellos, que ahora estamos ya en otoño, época de migrantes, y ¡qué época!

  • Los alcatraces pegaron una subida de número el fin de semana pasado impresionante. Hasta el 18 de octubre no había visto más que uno en los Baños del Carmen, tirándose muy cerca de la costa, cosa que me extrañó, puesto que fue el primero de esta temporada otoño-invernal y al que vi fue a un adulto, cerca de la costa y me produjo una profunda satisfacción ya que yo volvía después de 6 horas de clase en la universidad. Sin embargo, a partir del fin de semana del 20 y el 21 de octubre se empezaron a ver a patadas por el mar individuos de todos los grupos de edad: los oscuros muy jóvenes; los más blancos (iluminados, si se quiere, de forma poética), pero aún algo oscuros 2º y 3er año; y los que alcanzaron la "iluminación" al completo: los adultos. Por supuesto, aún siguen por aquí, y seguirán, gracias al tiempo, o a Dios, o...
  • Los cormoranes se vuelven a notar  con fuerza. El pasado fin de semana, aunque en la Desembocadura del Guadalhorce había un buen número de ellos posados en sus eucaliptos de dormidero, pocos se notaban por el Palo. Sin embargo, este fin de semana sí que se han notado bien, y ya llegan volando hasta el puerto del Candado con su rápido batir de alas, son los helicópteros de la mar.
  • Por supuesto, las sombrías están en unos números tan altos como todos los años. Sin embargo, creo que este año las estoy disfrutando más, aunque no me preguntéis por qué, porque no tendría ni el más mínimo ápice de contestación , la verdad. Simplemente, me embobo mirándolas luchar contra el viento, o descansar tranquilas entre el fuerte oleaje, a pocos metros de la orilla; o me extasío diferenciando entre patiamarillas y sombrías (sobre todo si tengo el más mínimo atisbo de diferenciación clara entre primeros años), o reconociendo intermedius entre las sombrías. En fin, que las estoy disfrutando como un niño pequeño un caramelo.
  • Por otro lado, han vuelto las garzas reales a sus curiosos posaderos invernales. No solo posaderos, claro, sino también comederos: las plataformas de acuicultura. Allí las veo acercarse volando de vez en cuando, y posarse en una de ellas, y ponerse a acicalarse, tan tranquila ella. Cuando vuelvo, después de haber pasado unas cuantas páginas de apuntes de microbiología, la veo quieta, mirando fijamente a la superficie, la pobre, buscándose el rancho diario. Eso sí, me parece realmente curioso que vayan allí (últimamente, de todas formas, solo veo una) desde tan temprano, implicando esto que no se quedan en la desembocadura (por poner algún sitio) a pescar allí, sino que prefieren estas plataformas. Además creo recordar del invierno pasado que solo ocurría en esta época y que, una vez llegado diciembre, ya no se las volvía a ver por las plataformas. Esto lo controlaré este año.
  • En un último orden, destacar que ya he visto un par de pardelas baleares, que el invierno pasado me costó encontrarlas tanto que no lo hice hasta enero. Iban con su vuelo característico, que tanto las diferencia de las cenicientas, cerca también de las plataformas. Son bonicas, la verdad, y me tienen conquistado las pardelas (y todos los proceláridos, la verdad) desde la primera vez que las vi, allá por mi muy niñez, en una guía de aves de Europa con fotografías que me compraron mis padres en un viaje a Navarra (esa fue, de hecho, la primera). Pues desde ese momento (ya contaré más sobre esa guía, que me trae muchos recuerdos) las busqué cuanndo todavía sabía muy poco sobre ornitología y tenía un equipo de observación muy pobre (al menos, no tenía el telescopio) sobre el mar, hasta que me llegaron a parecer un mito (como los bisbitas, sobre los que ya contaré también). Sin embargo, no sé decir ahora cuándo, llegó un día en el que vi mi primera pardela. Me fue totalmente increíble el haberla visto, y, por supuesto, el clasificarla en una especie u otra. Sin embargo, con el tiempo, adquiere uno la  experiencia. Ahora, cada vez que las veo, me regocijo una barbaridad (más la primera vez que las vi de cerca en una salida en barca en la que había un buen bando de gaviotas y una gran cantidad de pardelas alrededor de un banco de caballas).
Pues, en cuanto a la mar, poco más que añadir, más que que nos siga dando estos gozos todos los días del año, y en invierno más, si cabe. Así que yo me voy despidiendo por aquí, que ya es hora de irse a la cama, no sin antes terminar de escuchar este concierto para oboe en si bemol mayor de J W Hertel, que he descubierto gracias al canal "Columna regni sapientia" de youtube (el link: http://www.youtube.com/user/KuhlauDilfeng).

Pues nada, que espero volver a retomar (o tomar por primera vez, que creo que es algo más correcto) un ritmo con aquí mi amigo el blog y contigo, que me lees, a quien te digo gracias por estar ahí detrás (o delante de tu pantalla, si lo prefieres) escuchando mis rollos, que me gusta contarte.

Pues eso, que estas horas no hacen bien al cuerpo. Seguirá informando, dall_darwin.