lunes, 27 de febrero de 2012

Más peña con hormonas

Buenas noches a todos.
Después de haber trabajado en diversas materias del colegio desde que desayuné hasta hace escasos 10 minutos (siendo ahora las 00:40), escribo algo sobre los pajarillos, que me alegran las mañanas de estudio con sus cantos y sus idas y venidas.
Ayer, sin ir más lejos, antes de salir a comer a casa de un familiar después de haber estado toda la santa mañana trabajando en otra serie de asignaturas, mientras me lavaba los dientes, escuché el sitchú-sitchú-sitchú del simpático carbonero garrapinos, al que le tengo tanto cariño desde aquel año que me dio el espectáculo que os conté con los conos masculinos del pino de delante de casama. Pues bien, el pino está otra vez con sus conos masculinos casi perfectamente desarrollados (aún les queda un poco, eso es verdad), aunque algunos gorriones y un par de currucas cabecinegras ya me han dado el placer visual que me dio el garrapinos aquel año. La cuestión es que esa misma mañana había registrado la segunda cita de una especie que hasta este invierno no se había dejado ver por aquí, el pinzón vulgar: una bonita hembra se dejó ver a principios de enero y ayer otra (o la misma). Además, ayer me dejó muy extrañado un mosquitero con una coloración un tanto oscura, aunque tenía flancos y zona anal amarillos, por lo que identifiqué al individuo como mosquitero común/ibérico, ya que no se dignó a cantar el angelico. Sin embargo, sí que cantaron, y durante toda la mañana, un trío de verdecillos desde tres antenas diferentes por el lado que da al mar, y otro trío de currucas cabecinegras reclamaban en el pino y el olivo que hay en la parte que da al monte. Además, un estornino se encargaba de acer los numeritos de imitación de mirlos, gorriones, oropéndolas y otros sonidos propios de su especie, para que no lo tachasen de tránsfuga. Hasta ahí lo que dio de sí la mañana de ayer sábado.
Refiriéndome a los cantos, debería reseñar que uno de los días de esta semana pasada, a la caída de la noche, cuando las nubes aún estaban enrosecidas y las araucarias se recortaban contra el horizonte, en conjunción con las antenas de radio, donde un mirlo se encontraba posado ofreciendo un recital de Bel canto a sus amadas y a quien lo quisiese escuchar. Yo hice esto último, no sin antes haber puesto una distancia prudencial para la intimidad de una pareja que, inspirados por el mirlo (o no) andaban más a lo suyo que a otra cosa. No hace poco había leído que los mirlos intercalan en sus cantos algunas imitaciones y, siendo como es la época de canto de los mirlos, estaba deseando experimentarlo. Pues bien, este mirlo quiso dejar claro que él era un macho de su especie y que, si así lo decía una guía, él imitaría a una especie, por lejana que estuviera esta. Y, en efecto, el canto de un carricero (o algo muy parecido) fluyó de la siringe del mirlo como si tal cosa. Era un inciso que quería hacer, sobre todo ahora que estoy escuchando la marcha nupcial de "El sueño de una noche de verano" de Mendelssohn.
Pues bien, la tarde de ayer me dejó con la vuelta de las currucas capirotadas a la escena teatral, aunque muda, todavía (ya habrá tiempo); mediante la aparición de un macho y una hembra. Esta mañana, tanto los verdecillos como las dos especies de currucas han querido repetir lo de ayer. Además, las tórtolas turcas se encuentran ya atareadas en la construcción del nido (ese que construyen año tras año en el pino de enfrente de casama).
Pues nada, ahora que las persianas de los órganos no gubernamentales que permiten la percepción del panorama desolador en cuanto a la economía y alentador en otros muchos aspectos quieren cerrarse y el primer movimiento de la cuarta sinfonía de Mendelssohn ("La Italiana") suena creo que es hora de migrar cual milana bonita al dormidero, que mañana será otro día... de trabajo y estudio.
Nada más, un saludo: seguirá informando, dall_darwin.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Gaviotas et al.

Buenas a todos.
Este pasado fin de semana, aprovechando que había terminado los exámenes, decidí dedicar un tiempo prudencial a las gaviotas de las playas de el Palo.
El viernes, cuando llegué a casa en Playa Virginia, miré a la playa y me sorprendió ver un bando de una pila de gaviotas. Mi padre, que acababa de sentarse a ver "Saber y ganar" me preguntó y yo le dije que, si mientras que duraba el programa no se iba a preparar la comida, me bajaba a escudriñar las playas. Sin inconveniente interpuesto, decidí bajarme a las playas esperando el elenco habitual de 4 especies de gaviotas (cabecinegras, sombrías, patiamarillas y reidoras). Me subí a la cuestecita que sube hacia el puerto de el Candado para ver mejor las especies y por si había alguna anilla. Allí, claramente muchas gaviotas cabecinegras en plumaje de 1º, 2º invierno, adulto invierno y algunos adultos que están llegando a su bellísimo plumaje nupcial, con su excelente cabeza negra y el ligero anillo orbital blanco. Además, sombrías de varios grupos de edad (desbordados sus números por los números de cabecinegras, sin duda). Unas pocas patiamarillas también estaban presentes, junto con un sólo adulto en plumaje invernal de reidora. Ninguna anilla fue detectada. De pronto, una pareja sale del restaurante "El Tintero" y su ocurrencia no es otra que espantar a parte del grupazo de gaviotas que había cerca de mí. Sin embargo, este hecho fue trascendental. De hecho, me habría perdido la quinta especie de gaviota si esta pareja no actúa a tiempo: Desplacé vista hacia un grupo de gaviotas que estaba más alejado de mí, en la orilla. De pronto, una gaviota "grande de cabeza blanca" llama mi atención. Lo que me llamó no fue otra cosa que el pico rojo. Claramente era una preciosa gaviota de Audouin lo que estaba ante mis ojos, junto con otro grupo de sombría, cabecinegras y patiamarillas. La anécdota graciosa de la tarde fue la de una pareja de chavales de mi edad que se me acercaron hablándome de usted y preguntándome si a lo que me dedicaba era al estudio científico de las poblaciones de gaviotas. ¡Se conoce que ya apunto maneras! Vista la hora que era, volví a casa a comer, aunque todavía Mr. Hurtado no había terminado, por lo que ví parte del divertido programa que presenta.
El sábado; a pesar de haberme acostado a las 2 de la mañana viendo "El hundimiento", magnífica película alemana sobre los últimos años de Hitler y el Reich; me levanté a las 9.00. A pesar de ser tan temprano, ya había gente que se me había adelantado y habían paseado a sus monísimas mascotas sueltas, cosa que, recuerdo, ES ILEGAL (corríjaseme si me equivoco). Así que disfrute del bando de cabecinegras y sombrías que descansaban en el mar, los cormoranes que descansaban en las mejilloneras de enfrente de el Palo, y pasé a explorar qué había más allá del puerto de el Candado, en el que había un cormorán grande pescando. Más allá no conseguí ver nada, en cuanto a especies avícolas se refiere; más que un puñado de verdecillos que cantaban a más no poder, llenando el aire de sus chirriantes y a la vez preciosos trinos; y un avión roquero sobre los cortados.
El domingo; a pesar de haberme acostado a las 1.30 viendo "El sur", bonita película en la que una jovencísima Icíar Bollaín hace sus pinitos en el mundo de la actuación; me levanté a las 8.30. Este día, aunque ya había gente que se me había adelantado, no era tan patente (menos un simpático perrito que no dejó de ladrarme hasta que no hube subido a la cuestecita anteriormente mencionada). Desde allí pude ver algún alcatraz en el horizonte y varias decenas de cormoranes en las mejilloneras, además de un trío que hizo entrada de gala ante mis propias narices y las del perrito simpaticón también, en la bocana del puerto de el Candado. El bando de cabecinegras, sombrías y patiamarillas no deja de estar presente en el mar, descansando. Allí también se produjo la anécdota graciosa del día. Estando yo con mi telescopio (un Yukon que impone lo suyo por el porte) se me acercó un hombre (volviéndome a hablar de usted) y me preguntó si lo que hacía era grabar un documental, a lo que contesté que no, que era simplemente observar aves por pura afición (¿apuntaré maneras también por este lado?). En el puerto de el Candado esta vez no había nada. Sin embargo, más allá, no había nada tampoco en la calita que hay justo después del puerto, pero sí que había un pájaro cantando desde los cortados. Cuando di con él y lo enfoqué, me encontré con una preciosa cogujada montesina. Una serie de aviones roqueros hicieron acto de presencia, dándome los buenos días (esos que los paseantes me negaban posiblemente porque soy un "saludaberzas", epíteto que no creo que sea en absoluto malo aunque esté incluido en "El gran libro de los insultos" de Celdrán Gomariz, y que conste que no me refiero a los sufridos corredores ni ciclistas que suficiente esfuerzo realizan). Sin embargo, la sorpresa del día me la iba a dar alguien en el paseo que hay hasta la Araña: Mirando las rocas que hay bajo el paseo, a la busca de algún correlimos, vuelvepiedras o cualquier otro limícola; me fijé en una silueta que en principio identifiqué como abejaruco. Como sabía que no podía ser, me paré. Tan pronto como hice esto, el animalito salió escopetado hacia las rocas contiguas, dejando ver sus anonadantes partes superiores azul brillante y sus partes inferiores naranjas (un claro martín pescador, que jamás había visto antes por el Palo. Cierto es que jamás había venido por estos lares). También me deleitó con su canto una tarabilla común al otro lado de la carretera, junto a unos jilgueros. Más adelante, en un parking, un petirrojo, un acurruca cabecinegra y varios gorriones, se daban el rancho. En un cortado que se veía un poco más allá, un par de cogujadas cantan, una curruca reclama, y un colirrojo tizón que hacía tiempo de que no estaba tan seguro de que un colirrojo macho era de la subespecie gibraltariensis. Las manchas alares blancas que presentaba me llamaron enormemente la atención, sin duda, aunque no más que un bisbita que no supe identificar pero que se encontraba demasiado inaccesible como para proceder a un estudio más minucioso y desde más cerca. A la vuelta hacia casa las gaviotas se dejaron ver en un bando de proporciones extraplanetarias, compuesto en su mayoría, si no en su totalidad, por cabecinegras. Ya desde casa, pude ver varios alcatraces, cormoranes y otras gaviotas, aunque sin niguna sorpresa de última hora.
Hasta aquí por hoy, que tiíto Morfeo me llama, y el amigo catre tiene extendida su pelliza para recibirme.
Con esto, seguirá informando, esperando tener noticias frescas internáuticas pronto, dall_darwin.

jueves, 2 de febrero de 2012

Algunas invernantes y otros con las hormonas despepitadas

Buenas a todos de nuevo.
Durante el invierno se nos están concentrando unas aves muy bonitas e interesantes por aquí. Tantas que no sé por dónde empezar:
  • Al principio del invierno (perdonad el retrasazo de 2 meses) una curruca mosquitera, habitual por cierto, se pasó por los jardines de mi urbanización durante 4 días.
  • Cómo no, decenas de mosquiteros se dan cita en la rambla del Jaboneros y otros sitios de El Palo. De hecho, la primera vez que escuché su canto (el que les da su nombre en inglés, chiffchaff) haciendo un simulacro de examen de inglés.
  • Los 5 correlimos tridáctilos que todos los años (los 2 inviernos que llevo de pajarero, al menos) en las playas de el Palo.
  • La sorpresa del invierno para mí fue el mismo día que les dediqué el rato más largo a los correlimos. La cosa fue así: Las calas de el Palo están separadas por unos pequeños itsmos que unen las playas a los espigones. Mirando hacia unos correlimos que estaban en la orilla de un itsmo, me fijé en un ave que estaba posada en el agua más allá del itsmo que me pareció una gaviota sombría. De pronto, se sacudió las alas levantando el cuerpo y estirando el cuello. me dije: "¡Anda mira!¡Una gaviota con una conducta de álcido que se las pela!". Le miré el pico y no era amarillo ni en broma. De hecho, era absolutamente negro. Me pregunté: "¿A ver si va a ser un álcido de verdad?". Me acerqué sin creérmelo. Apoyé los prismáticos y allí estaba: dorso oscuro, píleo oscuro y demás rasgos característicos de un álcido joven en plumaje de invierno, además de un pico bastante romo y oscuro. Tras esta descripción creo que estaréis de acuerdo conmigo en que es un alca de libro. Además, le faltaba la línea blanca en el pico, por lo que no sería un adulto sino que debía ser un joven. La cosa se puso interesante porque tan pronto me subí al espigón tan sigilosamente como pude se acercaron unas gaviotas a la orilla, todas reidoras. Al volver la cabeza hacia el alca, un segundo después, no estaba allí. Lo esperé alrededor de 1 minuto y medio y, de pronto, sin comerlo ni beberlo (o sin quererlo ni beberlo, como diría un amigo) me apareció en las narices. Delante de mis ojos, a escasos dos metros, a un tiro de papel (que no avanza mucho un trozo de papel cuando lo tiras, siempre que no este nada doblado, claro... perdonad la paranoia físico-bobísima). En fin, que, cuando estaba levantándome para moverme a otra cala para buscarla me apareció delante, por loq ue me tuve que quedar inmóvil (con un pie medio apoyado y una rodilla en un ángulo de 120 grados y la otra en ángulo de 100) para que el animalico no saliera espantao. Total que, muy tranquila ella (o él) se paseó metiendo de vez en cuando la cabeza en el agua para ver si encontraba algo para el papeo vespertino (o merienda, que le llaman). Hubo un momento en el que me pareció que el alca dio por concluida la audiencia (o videncia, creo que mejor dicho) porque empezó a mirarme con mucha frecuencia. Así, decidí irme a ver algunas gaviotas que andaban posadas unas cuantas calas más hacia el centro. Para cuando volví, el alca estaba a 1 metro de la orilla del itsmo en el que yo había estado antes. A una distancia prudencial me coloqué para intentar ver el cabuzón (como le dicen en Garrucha) tan característico de los álcidos. En efecto a los 5 minutos me deleitó con uno de libro. Como se echó hacia delante, mete el pico, luego la cabeza entera y, al final, entreabriendo las alas, como si quisiese volar debajo del agua, mete el tronco y la cola. Todo esto deja escasas trazas en el agua. Unas ínfimas onditas (no llegan ni a olitas) son el único rastro que dejan tras de sí. A la mañana siguiente, teniendo que faltaba un profesor y que, por esto, nos permitían entrar a las 9.00 en vez de a las 8.10 al colegio aproveché para levantarme a la hora habitual y, en vez de ir al colegio a las 8.10 me pasé por la playa a esa hora, casi no había amanecido pero había luz suficiente. Sin embargo, al alca no la encontré hasta las 8.45, por lo que no tuve tiempo más que de ver un par de zambullidas antes de empezar con (y es absolutamente cierto que no lo he hecho intencionadamente puesto que ese día era miércoles y a segunda hora era lo que teníamos)(perdonad todos menos el que es susceptible a pillar la gracia de todo esto, mi profesor de la asignatura que, según creo, puede ser esta la primera entrada que lea de mi blog) ¡PPI!
  • Un aguililla calzada se ha dignado a aparecer en los alrededores de la urbanización, más concretamente, en la lontananza, junto al monte San Antón.
  • En cuanto a las lavanderas, ganan por goleada las blancas, aunque hasta finales de diciembre se pudo ver en el Jaboneros una cascadeña, preciosa, para más señas.
  • Últimamente, las concentraciones de gaviotas posadas en la mar; en bandos mixtos de reidoras, cabecinegras (que están empezando a ponerse para chillarles con su plumaje estival), sombrías y patiamarillas; se están haciendo patentes de una forma brutal (antes eran mucho más discretas). El sábado pasado, en los descansos de estudio, pude ver a apróx. 2000 entre todas las especies (y me atrevería a decir que no exagero). ¿Podrá ser que con la ola de frío están bajando brutalmente?
No quiero dejaros sin decir lo bestiales que están también las primaverales y residentes:
  • Los verdecillos están que trinan (nunca mejor dicho). Decenas de machos en las copas de los árboles cantan hasta decir basta (y más allá). Hoy, sin ir más lejos, cuando bajaba la calle Octavio Picón, en las copas de un olivo dentro de los jardines del colegio de los Ángeles Custodios y de varios plátanos de sombra, desnudos estos últimos, cantaban media docena de verdecillos a la vez.
  • Los primeros mirlos empezaron a escucharse con sus incansables cantos desde temprano y hasta tarde la semana pasada.
  • Las currucas cabecinegras están ya cantando, aunque hay que aguzar el oído para escucharlas. Creo que el año pasado las oía con un canto más fuerte. Éstos empezaron ya hece un mes o así.
  • Con respecto a los cantos, he de decir que me sorprendió, mientras estudiaba los trimestrales, que los petirrojos, algún día que me quedé estudiando hasta las 2 y pico de la mañana, cantaban como si fuera una hora normal y corriente (entiéndaseme). No sabía que a estas horas, mientras nosotros los humanos dormimos, ellos cantan. Fue desde luego, al igual que las capirotadas el verano pasada, una arenga para no  caer en los brazos de nuestro amigo Morfeo que ya me reclama.
Un saludo a todos y, como siempre, para no faltar a la cita, seguirá informando: dall_darwin.