jueves, 2 de febrero de 2012

Algunas invernantes y otros con las hormonas despepitadas

Buenas a todos de nuevo.
Durante el invierno se nos están concentrando unas aves muy bonitas e interesantes por aquí. Tantas que no sé por dónde empezar:
  • Al principio del invierno (perdonad el retrasazo de 2 meses) una curruca mosquitera, habitual por cierto, se pasó por los jardines de mi urbanización durante 4 días.
  • Cómo no, decenas de mosquiteros se dan cita en la rambla del Jaboneros y otros sitios de El Palo. De hecho, la primera vez que escuché su canto (el que les da su nombre en inglés, chiffchaff) haciendo un simulacro de examen de inglés.
  • Los 5 correlimos tridáctilos que todos los años (los 2 inviernos que llevo de pajarero, al menos) en las playas de el Palo.
  • La sorpresa del invierno para mí fue el mismo día que les dediqué el rato más largo a los correlimos. La cosa fue así: Las calas de el Palo están separadas por unos pequeños itsmos que unen las playas a los espigones. Mirando hacia unos correlimos que estaban en la orilla de un itsmo, me fijé en un ave que estaba posada en el agua más allá del itsmo que me pareció una gaviota sombría. De pronto, se sacudió las alas levantando el cuerpo y estirando el cuello. me dije: "¡Anda mira!¡Una gaviota con una conducta de álcido que se las pela!". Le miré el pico y no era amarillo ni en broma. De hecho, era absolutamente negro. Me pregunté: "¿A ver si va a ser un álcido de verdad?". Me acerqué sin creérmelo. Apoyé los prismáticos y allí estaba: dorso oscuro, píleo oscuro y demás rasgos característicos de un álcido joven en plumaje de invierno, además de un pico bastante romo y oscuro. Tras esta descripción creo que estaréis de acuerdo conmigo en que es un alca de libro. Además, le faltaba la línea blanca en el pico, por lo que no sería un adulto sino que debía ser un joven. La cosa se puso interesante porque tan pronto me subí al espigón tan sigilosamente como pude se acercaron unas gaviotas a la orilla, todas reidoras. Al volver la cabeza hacia el alca, un segundo después, no estaba allí. Lo esperé alrededor de 1 minuto y medio y, de pronto, sin comerlo ni beberlo (o sin quererlo ni beberlo, como diría un amigo) me apareció en las narices. Delante de mis ojos, a escasos dos metros, a un tiro de papel (que no avanza mucho un trozo de papel cuando lo tiras, siempre que no este nada doblado, claro... perdonad la paranoia físico-bobísima). En fin, que, cuando estaba levantándome para moverme a otra cala para buscarla me apareció delante, por loq ue me tuve que quedar inmóvil (con un pie medio apoyado y una rodilla en un ángulo de 120 grados y la otra en ángulo de 100) para que el animalico no saliera espantao. Total que, muy tranquila ella (o él) se paseó metiendo de vez en cuando la cabeza en el agua para ver si encontraba algo para el papeo vespertino (o merienda, que le llaman). Hubo un momento en el que me pareció que el alca dio por concluida la audiencia (o videncia, creo que mejor dicho) porque empezó a mirarme con mucha frecuencia. Así, decidí irme a ver algunas gaviotas que andaban posadas unas cuantas calas más hacia el centro. Para cuando volví, el alca estaba a 1 metro de la orilla del itsmo en el que yo había estado antes. A una distancia prudencial me coloqué para intentar ver el cabuzón (como le dicen en Garrucha) tan característico de los álcidos. En efecto a los 5 minutos me deleitó con uno de libro. Como se echó hacia delante, mete el pico, luego la cabeza entera y, al final, entreabriendo las alas, como si quisiese volar debajo del agua, mete el tronco y la cola. Todo esto deja escasas trazas en el agua. Unas ínfimas onditas (no llegan ni a olitas) son el único rastro que dejan tras de sí. A la mañana siguiente, teniendo que faltaba un profesor y que, por esto, nos permitían entrar a las 9.00 en vez de a las 8.10 al colegio aproveché para levantarme a la hora habitual y, en vez de ir al colegio a las 8.10 me pasé por la playa a esa hora, casi no había amanecido pero había luz suficiente. Sin embargo, al alca no la encontré hasta las 8.45, por lo que no tuve tiempo más que de ver un par de zambullidas antes de empezar con (y es absolutamente cierto que no lo he hecho intencionadamente puesto que ese día era miércoles y a segunda hora era lo que teníamos)(perdonad todos menos el que es susceptible a pillar la gracia de todo esto, mi profesor de la asignatura que, según creo, puede ser esta la primera entrada que lea de mi blog) ¡PPI!
  • Un aguililla calzada se ha dignado a aparecer en los alrededores de la urbanización, más concretamente, en la lontananza, junto al monte San Antón.
  • En cuanto a las lavanderas, ganan por goleada las blancas, aunque hasta finales de diciembre se pudo ver en el Jaboneros una cascadeña, preciosa, para más señas.
  • Últimamente, las concentraciones de gaviotas posadas en la mar; en bandos mixtos de reidoras, cabecinegras (que están empezando a ponerse para chillarles con su plumaje estival), sombrías y patiamarillas; se están haciendo patentes de una forma brutal (antes eran mucho más discretas). El sábado pasado, en los descansos de estudio, pude ver a apróx. 2000 entre todas las especies (y me atrevería a decir que no exagero). ¿Podrá ser que con la ola de frío están bajando brutalmente?
No quiero dejaros sin decir lo bestiales que están también las primaverales y residentes:
  • Los verdecillos están que trinan (nunca mejor dicho). Decenas de machos en las copas de los árboles cantan hasta decir basta (y más allá). Hoy, sin ir más lejos, cuando bajaba la calle Octavio Picón, en las copas de un olivo dentro de los jardines del colegio de los Ángeles Custodios y de varios plátanos de sombra, desnudos estos últimos, cantaban media docena de verdecillos a la vez.
  • Los primeros mirlos empezaron a escucharse con sus incansables cantos desde temprano y hasta tarde la semana pasada.
  • Las currucas cabecinegras están ya cantando, aunque hay que aguzar el oído para escucharlas. Creo que el año pasado las oía con un canto más fuerte. Éstos empezaron ya hece un mes o así.
  • Con respecto a los cantos, he de decir que me sorprendió, mientras estudiaba los trimestrales, que los petirrojos, algún día que me quedé estudiando hasta las 2 y pico de la mañana, cantaban como si fuera una hora normal y corriente (entiéndaseme). No sabía que a estas horas, mientras nosotros los humanos dormimos, ellos cantan. Fue desde luego, al igual que las capirotadas el verano pasada, una arenga para no  caer en los brazos de nuestro amigo Morfeo que ya me reclama.
Un saludo a todos y, como siempre, para no faltar a la cita, seguirá informando: dall_darwin.

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