miércoles, 7 de septiembre de 2011

Correlimos, calamón, meteorito, ¡qué emoción!

Si en una de las anteriores entradas el título no salía de la vocal a, hoy va con rima incluida.
Hacia las 7 de la tarde de ayer, 6 de septiembre, llegamos a la Desembocadura del Guadalhorce. Bajamos en dirección a la Laguna Grande pero pronto decidimos ir primero al Río Viejo para ver al final de la tarde a los martines pescadores (Alcedo atthis) mundialmente famosos gracias a las fabulosas fotos de Birgit (que pueden verse en su página web que podéis encontrar en la lista "Me gustan" de este blog que visitáis. Decididos nos dirigimos hacia el Río Viejo cruzándonos en el camino con un trío de cogujadas (Galerida cristata).Yo decidí meterme en la Escondida antes de seguir hacia la Casilla, aunque sólo encontré allí algunos ánades frisos (Anas strepera) y azulones (Anas platyrhyncos), muchas fochas  (Fulica atra) y zampullines comunes (Tachybaptus ruficollis) y alguna que otra gallineta común (Gallinula choloropus) y garceta común (Egretta garzetta). De todas formas, lo más interesante de la laguna fue un somormujo lavanco (Podiceps cristatus) que, al estar con la cabeza bajo el ala no pude identificar si se trataba de un adulto con plumaje invernal o de un joven. También se dejó ver algún porrón común (Aythya ferina). Sin embargo, debido al poco movimiento que allí había decidí continuar hacia la Laguna de la Casilla. Al final de la pequeña cuesta que hay unos metros antes de la laguna, donde hay un sólo árbol en el que, muy ordenaditas, se habían posado unas cotorras argentinas (Myopsitta monachus) como final de su tarde. Al llegar a la Laguna de la Casilla no había más que las típicas fochas, un par de zampullines comunes, alguna garceta común y un ánade azulón en eclipse. Poco después, un martín pescador pasó zumbando alertando con su penetrantísimo reclamo que no se interpusiese nadie en su camino. A punto estábamos de irnos cuando algo llamó mi atención. Una focha con una frente roja. Me pareció que tenía demasiado rojo en la frente y un tamaño demasiado grande como para ser una gallineta común y, tan pronto lo miré con los prismáticos... ¡lo identifiqué como un calamón (Porphyrio porphyrio)! Nunca antes había visto a esta maravilla de la naturaleza y verdaderamente es bellísimo, incomparable a cualquier otra (al igual que otras). Tan pronto lo vi, me di por satisfecho con la jornada, aunque jamás me doy por vencido de ver más y/o mejor.
De todas formas, continuamos hacia la parte alta del Río Viejo, donde nos recibieron un cuarteto de correlimos zarapitines (Calidris ferruginea) y un joven correlimos común (Capidris alpina). Además, unos cuantos archibebes comunes (Tringa totanus), con sus típicos reclamos, se acercaban a coger su parte cerca de los correlimos. Los chorlitejos chicos (Charadrius dubius) se confundían con los pocos grandes (Charadrius hiaticula) que en viaje están. Un grupo de 10 garcetas comunes descansaban en el pequeño cabo que se forma al final de la segunda "calita", por llamarlo de alguna forma, junto con una aguja colinegra (Limosa limosa), que al final se puso en actividad, sin acercarse mucho a nosotros ni a su congénere que, también alejada de nosotros, buscaba su comida hundiendo profundamente su pico en el limo. Junto a este desfile de especies, algunas gaviotas reidoras (Croicocephalus ridibundus) quisieron aparecer, nadando, al igual que una hembra de pata cuchara (Anas clypeata) que pronto se acercó a remover el limo junto a los correlimos. Sin embargo, no era ésta la única anátida que allí andaba pues, escondidas en la isla que ahora no lo es tanto, un par de cercetas comunes (Anas crecca) dormitaban tranquilamente a pesar de la algarabía de los archibebes. Las cigüeñuelas (Himantopus himantopus) por supuesto, no quisieron que los archibebes les arrebatasen su título, que tan a pulso se han ganado, y se unieron al concierto. Sin embargo, algo más destacable apareció allá donde el Río Viejo se pierde. Un solitario andarríos grande (Tringa ochropus) vagaba por aquel limo que a principios de julio tanto merodeasen los archibebes comunes, a lo que se unieron, aunque algo alejadas del "solateras" del grande, un par de avocetas (Recurvirostra avosetta) con un plumaje un poco descolorido, fruto del proceso de muda al que se ven expuestas ellas "...¡Y todos!", vocifera un archibebe común que andurreaba por allí. Con esta sublime sorpresa de otra de las especies migrantes que por estos lares pasan, bajé en dirección al mar, no sin antes pararme en la parte del Río Viejo para disfrutar de un grupo de gaviotas de Audouin (Larus audouinii) que, plácidamente, reposaban sus alas en compañía de otro grupo, este más pequeño y mixto, de gaviotas patiamarillas (L. michahellis) y sombrías (L.fuscus)... sin dejarnos atrás a las pequeñas y zancudas cigüeñuelas.
Pero, ya era hora de que avanzase un poco porque el sol pedía pista más allá del aeropuerto. De esta manera, me encaminé hacia la playa donde, a primera vista, nada encontré. Sin embargo, conforme fui avanzando, son dejar la margen de la valla metálica, vi una silueta en vuelo que no podía pertenecer más que a una rapaz. El vuelo era oteador y las alas las llevaba bastante levantadas, formando un ángulo que no llegaría a recto pero llamaba la atención. Estos rasgos me llevaron a pensar que se trataba de un aguilucho (Circus sp.), lagunero (Circus aeruginosus) por el lugar en el que me encontraba, aunque no pude confirmarlo por sus colores ya que estaba al contraluz. Después de esto, decidí dejar la margen de la valla, no sin motivo (llevaba sandalias abiertas y se me estaban llenando los pies de arena), para bajar hasta la parte en la que la arena está húmeda y compacta, lo que no me deparó pocas sorpresas. Conforme avanzaba, divisé en el mar un par de puntitos inmóviles. Con el telescopio rápido enfoque y... ¡premio! Una pareja en toda regla de porrones pardos (Aythya nyroca), extraña anátida en peligro que siempre se agradece ver (y más si es la primera vez, como es mi caso). Después de estar un rato con las comprobaciones de rigor, seguí camino por la orillita de la mar topándome de vez en cuando, y rodeando para no molestar demasiado, a algún que otro chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus): éste joven, aquel adulto en plumaje de invierno, éste dudo... Pero, en un momento dado, se me cruza en la orilla algo más grande que un chorlitejo: rápido enfoque (de nuevo) y... ¡otro premio! Estoy de suerte: un correlimos tridáctilo (Calidris alba) joven que, aunque no es la primera vez que lo veo, el estarlos viendo todo el invierno en las playas de delante de casabu correteando en el borde de las olas hace que les haya tomado cariño, y este es el primero de esta temporada. Pues nada, rápidamente, un bonito labrador lo espantó con su carrera tras un palo que su amo le había lanzado al agua. A eso lo podría llamar yo un "arreando que es gerundio a lo llamada de la naturaleza". Así de bruscamente, y obedeciendo a la sabia naturaleza, me encaminé hacia la laguna grande, no sin que antes se me levantase "algo" del borde del camino cuando apenas estaba a 1 metro, que supuse un chotacabras (Caprimulgus sp.).
Ya en la Laguna Grande me encontré con María del Mar y Mónica junto a Birgit Kremer (cuya página web os recomiendo de nuevo) y otro hombre cuyo nombre no conozco. Allí estuvimos, entretenidos de vez en cuando con algún martín pescador. Además, se prestaron al goce visual una cantidad ingente de gaviotas reidoras y unas pocas (4 ó 5) cabecinegras (Larus melanocephalus). No faltaron a la cita otra gran cantidad de garcetas comunes, garzas reales (Ardea cinerea) y una espátula (Platalea leucorodia) que también se encuentra en plena migración por estos andurriales. Otros que no quisieron estar ausentes fueron los sempiternos zampullines comunes y las carismáticas malvasías (Oxyura leucocephala). Se unió a la fiesta de correlimos del día (y van 4 especies, mi propio récord) un joven correlimos gordo (Calidris canutus) que, además, es la primera vez que veo a uno de su especie. Otras limícolas que aparecieron fueron los andarríos chicos (Actitis hypoleucos) y algún que otro archibebe común. A última hora, nos deleitaron con sus vuelos acrobáticos y cernidos los charranes comunes (Sterna hirundo) y un charrancito (Sterna albifrons). Además, me confirmaron que habían visto un macho de aguilucho lagunero por la zona.
Como punto y final quise volver en dirección a la playa para ver si veíamos al huidizo chotacabras. Conforme andábamos íbamos viendo, de vez en cuando, unas sombras en el camino que se paraban en medio, como interrogantes, y corrían hacia los matorrales. Al llegar al ensanchamiento del camino justo antes de ir a dar a la playa me di por vencido. Pero algo me hizo cambiar de opinión: una sombra en el suelo con la forma típica de un chotacabras acurrucado me hizo llevarme a las manos mis prismáticos y, tan pronto me los acerqué a los ojos, despareció de nuestra vista. Con esto supongo, pero no estoy seguro, que fuese un chotacabras, cuellirrojo (Caprimulgus ruficollis) supuestamente.
Sin embargo, el cielo decidió que no eramos nosotros o el chotacabras los que debíamos cerrar esta velada tan interesante: Habíamos cruzado ya el puente y nos dirigíamos hacia el coche con paso cansado y ganas de llegar después de esta tarde de especies nuevas y, a la vez, tan bonitas. Recordé que mis sandalias seguían llenas de arena, lo que significaba que la acera de al lado del colegio de Guadalmar amanecería con un lindo par de montañitas de arena sacadas del Paraje Natural. No habían aparecido las primeras luces de Guadalmar cuando, de repente, una relativamente pequeña bola de luz con una cola que desprendía chispas cruzó el cielo a 500 metros aprox. de altura y se desvaneció sobre el mar enfrente de nosotros. En los apenas 2 segundos que duró el acontecimiento, mi madre y yo nos quedamos parados y, tan pronto acabó, nos miramos y dijimos al unísono: "Pero, ¡¿TÚ HAS VISTO ESO?!". Pronto supusimos por la cola que echaba chispas, en la cual coincidimos (hago resaltar este asunto porque yo todavía no me creo que esto me haya ocurrido),  lo que denotaba fuego, que debía ser un meteorito, un asteroide que hubiese entrado en la atmósfera y, debido a la fricción de los gases, huebiese echado a arder y, al contrario que otros, hubiese llegado a estar lo suficientemente cerca de la superficie terrestre como para que se viese bastante grande.
En resumen, que fue una buena tarde y un mejor fin de noche.
Ahora a dormir que ya va haciendo falta.
Seguirá informando, dall_darwin.

2 comentarios:

  1. Hola, que casualidad, buscando blogs de aves de Malaga en internet me he encontrado con el tuyo. Yo soy el hombre que estaba con Monica y Mª del Mar y cuyo nombre no conoces, Juan Ignacio :-) Muy bonito el relato, sobre todo me gusta mucho la pasión con que lo haces.
    En mi blog puedes ver algunas fotos de ese dia (http://roquerosolitario.blogspot.com/2011/09/pn-desembocadura-del-guadalhorce-malaga_05.html), sobre todo del Correlimos Gordo, que tambien era nuevo para mi. Si quieres usar algunas las fotos puedes hacerlo sin problema, aunque no son como las de Birgit, siempre y cuando indiques el autor.
    Por cierto, comprobaste si todos los Archibebes que viste desde el observatorio del rio viejo eran comunes? El dia anterior por la mañana habia un par de ellos que eran Archibebes Oscuros (puedes ver alguna foto en mi blog).
    Bueno, espero volverte a ver por el Paraje y que sigas disfrutando como lo haces de esta bonita aficion.
    Un saludo.

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  2. Muchas gracias por el ofrecimiento, Juan Ignacio. Seguro que nos veremos por allí. Creo que me perdí tontamente los archibebes oscuros, porque no llegué a identificarlos. De hecho, casi me pierdo al andarríos grande.
    Gracias de nuevo.

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